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por Francesc Grauet

ESTRÉS EXTREMO EN LA POBLACIÓN INMIGRANTE

Hablar de Ulises para los que en los años 80 del siglo pasado éramos niños, nos traslada a nuestra más tierna infancia, donde había una serie de dibujos animados llamada Ulises 31. Su protagonista, que daba nombre a la animación, viajaba por el espacio, dónde compartía protagonismo con su mujer Penélope y su hijo Telémaco. Para la mayoría de lectores los personajes anteriormente nombrados forman parte de la mitología griega que Homero recrea en la Odisea.

En nuestro artículo no queremos referirnos a tiempos tan pretéritos. Queremos hablar de Ulises en términos de migraciones. Tema candente y siempre de actualidad en los últimos años. Las migraciones han existido siempre, al principio de los tiempos por mera supervivencia, pero en las últimas décadas las migraciones han sido a consecuencia de motivos socio-económicos.

No me parece arriesgado afirmar en este artículo, que desde el año 2020 estamos inmersos en la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, provocando unas cifras de considerable magnitud y relevancia.

En el año 2020, a nivel global hubo 281 millones de migrantes, siendo en 51,9% hombres (146 millones) y el 48,1% mujeres (135 millones).

Una parte importante de estos seres humanos sufren unos niveles de estrés muy elevados que pueden llegar a exceder su capacidad de adaptación. 

La migración es un proceso de cambio que puede afectar a las personas de una forma positiva o de una forma negativa. Normalmente cuando hay un cambio sufrimos un proceso de duelo que desemboca en un estrés psicológico, llegando a generar problemas emocionales de diferente intensidad, en función de los recursos que cada persona tiene o es capaz de desarrollar para afrontar las pérdidas.

EL DUELO MIGRATORIO

Hay una serie de características que hacen que el duelo clásico sea distinto al migratorio. Lo hace distinto el hecho de que el duelo migratorio es parcial, no hay perdidas definitivas a diferencia del clásico. A la vez, este tipo de duelo es recurrente, lo que significa que no hay una desaparición sino una separación. Esta característica conlleva que se pueda sufrir toda la vida y especialmente cuando el emigrante retorna a su país de origen de forma temporal. Otro aspecto a destacar es que el duelo migratorio es múltiple, afecta a distintos ámbitos como son la familia, la lengua, la cultura y el estatus social.

Quiero remarcar que el duelo migratorio afecta tanto a las personas autóctonas como a las personas que se quedan en el país de origen.  Las migraciones afectan a todas las sociedades, empezando en el nivel más personal e individual hasta llegar al nivel más global.

Finalmente, remarcar el carácter transgeneracional del duelo que afecta a los migrantes, las segundas generaciones se encuentran en la encrucijada y se debaten entre la cultura del país de residencia y la del país de origen de los padres. 

En el duelo migratorio podemos distinguir tres fases:

  • Negación: es la primera fase, en la cual se minimiza lo que es estar en un nuevo país, idealizando la sociedad de acogida y menospreciando las dificultades que se van presentando.
  • Resistencia: los migrantes empiezan a tomar consciencia de la realidad que los rodea en su día a día, se resisten al cambio o se quejan de los esfuerzos que deben hacer para su adaptación.
  • Aceptación: esta fase final y progresiva conduce a la adaptación a la nueva vida y realidad cotidiana.
Las fases que acabo de describir se pueden repetir a lo largo de la vida de los migrantes, provocando inestabilidad emocional reflejada por sentimiento de enfado, de culpa y de tristeza. Podemos detectar diferentes picos de intensidad de más a menos progresivamente durante el período de adaptación. En el supuesto que las manifestaciones emocionales de los migrantes no disminuyan con el tiempo, afectan al crecimiento personal y puede aparecer el Síndrome de Ulises.

SÍNDROME DE ULISES

El psiquiatra español Joseba Achotegui a partir del año 2002 detectó que los migrantes que acudían a su consulta y estaban viviendo situaciones con muchas dificultades, presentaban unos síntomas comunes que eran: estrés muy intenso, crónico y múltiple. Achotegui le puso a este fenómeno el nombre de: síndrome de Ulises (sU), también conocido hoy en día como síndrome de estrés crónico y múltiple.

Para los psicólogos el duelo y el estrés son cosas normales de la vida, por lo tanto, el síndrome de Ulises no es patológico, pero ciertamente se mueve entre la débil frontera entre la salud mental y el trastorno psíquico.

El síndrome que nos ocupa en este artículo está marcado por un fuerte malestar emocional al que se ven expuesto los migrantes que han dejado atrás su tierra y sus seres queridos en situación extrema. Actualmente podemos afirmar que lo sufren millones de personas de nuestro planeta.

No hay muchos estudios en los que se haya medido numéricamente la incidencia y prevalencia del síndrome de Ulises. Y los resultados que se extraen son cuanto menos dispares.

En un estudio del 2013 en Andalucía, encontraron que el 80,7% de la muestra (208 inmigrantes) a estudio estaba presente el sU.

En 2015 un estudio realizado por Achotegui con una muestra de 1000 inmigrantes, reflejó que el 15% padecían sU. Apreciamos la disparidad con el resultado, lo cual nos lleva a la evidencia que hace falta más estudios e investigaciones sobre el tema de este artículo.

Los síntomas del sU los encontramos básicamente en cinco áreas:

  1. Área depresiva: referida a sentimientos de añoranza de la tierra de origen, de la familia que abandonas al emigrar, sentimiento de fracaso, no afrontar con eficacia las situaciones límites y finalmente la tristeza. De importancia es la situación familiar del migrante, hay una correlación con la menor sintomatología depresiva del migrante que vive con pareja o familia, frente al que vive en soledad en el país de acogida.
  2. Área de la ansiedad: nerviosismo, tensión, insomnio e irritabilidad, son los síntomas que experimentan los migrantes en el país de acogida. Se produce un choque entre las costumbres de origen y las autóctonas, creando una realidad compleja de gestionar emocionalmente.
  3. Área de las somatizaciones: encontramos síntomas somatomorfos relacionados con enfermedades físicas, siendo la fatiga, cefaleas y problemas osteo-articulares los síntomas de mayor frecuencia. Con menor insistencia aparecen las abdominálgias.
  4. Área confusional: biológicamente la confusión la encontramos en situaciones de estrés crónico, lo que provoca un aumento de la hormona cortisol. A nivel cognitivo encontramos: confusión espaciotemporal, problemas para concentrar-se, problemas de memorización y finalmente despersonalización.
  5. Área cultural: el conflicto cultural que se establece entre la cultura de origen del migrante y la de la sociedad de acogida, afecta la percepción del proceso de enfermedad y el estado de salud. En situaciones de incertidumbre se tiende a buscar explicaciones de lo que a uno le sucede, no siempre de forma racional. En las sociedades del caribe y africanas, la brujería y el mal de ojo pueden ser justificaciones habituales a las dolencias de los migrantes de este origen.
El sU podemos afirmar que es un trastorno transgeneracional, afecta a los migrantes de primera generación y a sus descendientes. Aunque los hijos de los inmigrantes se consideran y viven como la población autóctona o de acogida, en las segundas generaciones se observa el sU de forma más intensa y compleja. Deberíamos hacer una reflexión de porqué las nuevas generaciones, hijos de inmigrantes no se sienten ciudadanos de pleno derecho. Una clave puede estar en la educación que les dan sus padres basada en la cultura de origen de los progenitores.

EN CONCLUSIÓN

La inmigración es un cambio radical en la vida de las personas. Nuestro sistema sanitario no está preparado para el desafío que supone el estrés o duelo que sufren las personas migrantes.

Atención Primaria debe de ser capaz de hacer frente al sU, ya que es el principal actor en la prevención sanitaria y psicosocial de la comunidad.
Todos los miembros de los equipos de Atención Primaria de Salud deben ser partícipes en el tratamiento del sU, que debe estar basado en intervenciones psicoactivas y de contención emocional.

Hemos de conseguir que la población migrante mejore sus niveles de autoestima e integración social. Es un eslabón esencial para la integración y futuro de todas las poblaciones del planeta.

A nivel de sociedad debemos ser capaces de afrontar las migraciones, las soluciones deben de ser de profundo calado. Corremos el riesgo de que se convierta en un problema enquistado afectando a nuestras sociedades actuales, especialmente las del primer mundo. Solo una solución integradora, global y colaborativa de todos los gobiernos y todos los actores implicados en el problema de la migración, será capaz de afrontar y llegar a una solución satisfactoria que ahora podríamos describir como una quimera inalcanzable.

Francesc Grauet, Enfermero Especialista en Enfermería Familiar y Comunitaria, Máster en Atención Prehospitalaria y Hospitalaria Urgente

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Rodríguez, Juan Carlos Fernández, Nendy Zenaida Domínguez Pineda, and Fernando Miralles Muñoz. "El Síndrome de Ulises: el estrés límite del inmigrante." RESI: Revista de estudios en seguridad internacional 6.1 (2020): 101-117.
  2. Achotegui, Joseba. "El sIndrome del inmigrante con duelo migratorio extremo: el síndrome de Ulises. Una perspectiva psicoanalítica." Aperturas psicoanalíticas 68.2021 (2021): e2.
  3. Testor, Carles Pérez. "El proceso de duelo en la familia que emigra: del «Síndrome de Ulises» a la patología." Revista de Psicopatología y salud mental del niño y del adolescente 38 (2021): 93-101.
  4. https://eapn-galicia.com/wp-content/uploads/2024/02/boletin-duelo-migratorio-espanol.pdf

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