La baja laboral, herramienta clave para garantizar la recuperación de los y las
trabajadoras, enfrenta presiones políticas y burocráticas que afectan tanto
personal sanitario como a pacientes
CAP Onze de Setembre, Lleida vía Institut Català de la Salut |
La incapacidad temporal, conocida coloquialmente como baja laboral o médica,
se define en el artículo 169 de la Ley General de la Seguridad Social como
“situaciones debidas a enfermedad común o profesional y a accidente, sea o no
de trabajo” que impidan trabajar. La conquista ha sido ardua y a día de hoy su
saneamiento y longevidad no está garantizada, sometida constantemente al
estupor político, que siempre ha intentado reducirla, controlarla y
burocratizarla hasta la extenuación, o como ellos lo llaman para el público
general, “flexibilizarla”.
La legislación vigente sobre incapacidad temporal o baja laboral es la
herramienta legal que tenemos los profesionales sanitarios graduados en
medicina de ejercer uno de los derechos laborales fundamentales. Sin
embargo, el sentir general de la profesión médica es encontrarse exhausto de
tener que emplear gran parte de su tiempo en demostrarle a la administración
pública la veracidad de sus propios informes clínicos. ¿Quiénes son los
culpables de mantenernos exhaustos día sí, y día también?
Son las administraciones públicas y sus exprimidos gerentes los que nos
están alejando del origen de nuestra especialidad. Precisamente es la
integralidad y la longitudinalidad de nuestra especialidad la que se está
enquistando. Han conseguido, mediante políticas cortoplacistas y reductoras,
que nos disgustemos practicando salud comunitaria, controlando a los
pacientes crónicos, optimizando a los pacientes polimedicados, ofreciendo la
baja laboral como herramienta terapéutica e incluso que tengamos asperezas
evidentes antes las visitas domiciliarias. Nos han hecho elegir entre
nuestra especialidad y el correcto cuidado de nuestros pacientes y el ir a
comer a casa con nuestras familias.
Hemos caído en la batalla de lanzarnos la responsabilidad de oficializar
la baja laboral entre nosotros mismos, sin que ningún especialista quiera
asumirlo. Hemos olvidado que esa baja laboral es lo que garantizará una
correcta recuperación y una posible reinserción laboral, aunque tampoco
debería ser el objetivo médico.
El debate que planteo no es quién debe asumir las bajas laborales, que es
un debate interesante y que merece la pena; lo que es evidente es que debe
ser un profesional sanitario, que tenga o haya tenido contacto directo con
el paciente y en última instancia debe ser, por supuesto, un especialista
graduado en medicina.
En muchas ocasiones somos conscientes que un paciente intervenido de
apendicectomía por apendicitis, o un paciente en tratamiento
quimiotepeútico por un tumor, deben tener una baja laboral acorde. Sin
embargo, cuando nos encargamos de bajas laborales de procesos menores como
un esguince de tobillo, lo llamamos burocracia. No debemos olvidar que la
necesidad de la incapacidad temporal es igual de necesaria en ambos
procesos y que debemos ser nosotros, los médicos especialistas, los
responsables de discernir la longevidad del proceso.
Siempre es necesario apuntar la ira y frustración en la dirección
correcta, y si apuntas hacia arriba, lo más probable es que no te
equivoques. Porque son los responsables, la Administración, de que no
podamos ejercer nuestra profesión de una manera ordenada, meditada y con
la responsabilidad de garantizar principios médicos como la no
maleficencia, y por supuesto la beneficencia.
Debemos entender que las batallas no son entre nosotros. Que no debemos
tener la carga moral o ética de objetivos productivos. Que nuestro
objetivo nunca debe ser ofrecer la baja más corta para facilitar la
reincorporación laboral. Es fundamental poner al paciente en el centro,
cuidarlos y protegerlos de una vida laboral que nos arrolla a diario, y no
olvidar en ninguna circunstancia la razón de ser de la baja laboral:
garantizar la recuperación de las personas en situación de enfermedad.
La baja laboral es una conquista política, y debemos ser los ciudadanos en
su conjunto los que la defendamos, porque es nuestra salud la que siempre
está en juego. Sentemos las bases de una revolución sanitaria en la que
los pacientes tengan el tiempo necesario para ser atendidos, pero sin duda
también para ser reincorporados sin presiones laborales, familiares,
sociales o políticas.
Artículo publicado originalmente en
El Salto
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