La baja laboral, herramienta clave para garantizar la recuperación de los y las trabajadoras, enfrenta presiones políticas y burocráticas que afectan tanto personal sanitario como a pacientes
CAP Onze de Setembre, Lleida vía Institut Català de la Salut

por Alejandro Quevedo Gutiérrez

La incapacidad temporal, conocida coloquialmente como baja laboral o médica, se define en el artículo 169 de la Ley General de la Seguridad Social como “situaciones debidas a enfermedad común o profesional y a accidente, sea o no de trabajo” que impidan trabajar. La conquista ha sido ardua y a día de hoy su saneamiento y longevidad no está garantizada, sometida constantemente al estupor político, que siempre ha intentado reducirla, controlarla y burocratizarla hasta la extenuación, o como ellos lo llaman para el público general, “flexibilizarla”.

La legislación vigente sobre incapacidad temporal o baja laboral es la herramienta legal que tenemos los profesionales sanitarios graduados en medicina de ejercer uno de los derechos laborales fundamentales. Sin embargo, el sentir general de la profesión médica es encontrarse exhausto de tener que emplear gran parte de su tiempo en demostrarle a la administración pública la veracidad de sus propios informes clínicos. ¿Quiénes son los culpables de mantenernos exhaustos día sí, y día también?

Son las administraciones públicas y sus exprimidos gerentes los que nos están alejando del origen de nuestra especialidad. Precisamente es la integralidad y la longitudinalidad de nuestra especialidad la que se está enquistando. Han conseguido, mediante políticas cortoplacistas y reductoras, que nos disgustemos practicando salud comunitaria, controlando a los pacientes crónicos, optimizando a los pacientes polimedicados, ofreciendo la baja laboral como herramienta terapéutica e incluso que tengamos asperezas evidentes antes las visitas domiciliarias. Nos han hecho elegir entre nuestra especialidad y el correcto cuidado de nuestros pacientes y el ir a comer a casa con nuestras familias.

Hemos caído en la batalla de lanzarnos la responsabilidad de oficializar la baja laboral entre nosotros mismos, sin que ningún especialista quiera asumirlo. Hemos olvidado que esa baja laboral es lo que garantizará una correcta recuperación y una posible reinserción laboral, aunque tampoco debería ser el objetivo médico. 

El debate que planteo no es quién debe asumir las bajas laborales, que es un debate interesante y que merece la pena; lo que es evidente es que debe ser un profesional sanitario, que tenga o haya tenido contacto directo con el paciente y en última instancia debe ser, por supuesto, un especialista graduado en medicina.

En muchas ocasiones somos conscientes que un paciente intervenido de apendicectomía por apendicitis, o un paciente en tratamiento quimiotepeútico por un tumor, deben tener una baja laboral acorde. Sin embargo, cuando nos encargamos de bajas laborales de procesos menores como un esguince de tobillo, lo llamamos burocracia. No debemos olvidar que la necesidad de la incapacidad temporal es igual de necesaria en ambos procesos y que debemos ser nosotros, los médicos especialistas, los responsables de discernir la longevidad del proceso. 

Siempre es necesario apuntar la ira y frustración en la dirección correcta, y si apuntas hacia arriba, lo más probable es que no te equivoques. Porque son los responsables, la Administración, de que no podamos ejercer nuestra profesión de una manera ordenada, meditada y con la responsabilidad de garantizar principios médicos como la no maleficencia, y por supuesto la beneficencia.

Debemos entender que las batallas no son entre nosotros. Que no debemos tener la carga moral o ética de objetivos productivos. Que nuestro objetivo nunca debe ser ofrecer la baja más corta para facilitar la reincorporación laboral. Es fundamental poner al paciente en el centro, cuidarlos y protegerlos de una vida laboral que nos arrolla a diario, y no olvidar en ninguna circunstancia la razón de ser de la baja laboral: garantizar la recuperación de las personas en situación de enfermedad.

La baja laboral es una conquista política, y debemos ser los ciudadanos en su conjunto los que la defendamos, porque es nuestra salud la que siempre está en juego. Sentemos las bases de una revolución sanitaria en la que los pacientes tengan el tiempo necesario para ser atendidos, pero sin duda también para ser reincorporados sin presiones laborales, familiares, sociales o políticas.

Artículo publicado originalmente en El Salto

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