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Cada vez que la Organización Mundial de la Salud difunde un nuevo informe sobre los problemas de fertilidad, saltan las alarmas. A nivel mundial, los padecen cerca del 17,5 % de los adultos (uno de cada seis).
Es prioritario, pues, investigar el motivo o los motivos que están generando este creciente problema. Sin embargo, de la misma forma que las cifras aumentan, también lo hacen las diferentes causas o factores que lo pueden desencadenar.
En 1970, la revista The Lancet publicó por primera vez la posible conexión entre la infertilidad y la celiaquía. Actualmente, muchas guías de diagnóstico incluyen los problemas reproductivos como una de las manifestaciones causadas por esta dolencia.
Sin embargo, las investigaciones científicas muestran contradicciones en sus resultados. Esta falta de certeza queda patente en el día a día de una consulta reproductiva, donde no se suelen realizar de forma rutinaria las pruebas de cribado de enfermedad celiaca en los hombres y las mujeres con dificultades para tener descendencia. Y aunque sí existen estudios que apuntan a una relación entre celiaquía e infertilidad, como veremos más adelante, muchos especialistas siguen sin verlo claro y no se ha establecido aún en las rutinas médicas.
Entonces, ¿a qué me expongo como paciente si desconozco si puedo sufrir sensibilidad al gluten no celiaca o, por ejemplo, soy celiaca y quiero quedarme embarazada?
DIFERENCIAS ENTRE CELIAQUÍA Y SENSIBILIDAD AL GLUTEN NO CELIACA
En las tres últimas décadas, la enfermedad celiaca ha pasado de ser una patología poco frecuente y casi exclusiva de la infancia a convertirse en una de las enfermedades autoinmunes más comunes en todo el planeta.
Pero antes que nada, debemos establecer la diferencia entre celiaquía y sensibilidad al gluten no celiaca. En la primera, el sistema inmunitario reacciona negativamente a esta proteína, presente en cereales como el trigo, la cebada y el centeno. Produce síntomas digestivos (dolor abdominal, diarrea, etc.) y extradigestivos (anemia, apatía, cansancio, abortos de repetición, problemas de fertilidad, alteraciones hepáticas…). A veces no tiene manifestaciones clínicas, lo cual complica el diagnóstico.
En el caso de la sensibilidad al gluten no celiaca, la ingesta de gluten genera síntomas –en la mayoría de los casos– solo digestivos. No se ve implicado el sistema inmune, y no hay marcadores genéticos ni consecuencias a largo plazo. En muchas ocasiones, el diagnóstico se realiza por descarte y es algo confuso.
ALTERACIONES CON CONSECUENCIAS
Dejémoslo pronto claro: la ingesta de gluten en sí, tanto en personas con celiaquía como con sensibilidad al gluten no celiaca, no va a impedir directamente la gestación ni va a generar abortos espontáneos. Lo que ocasiona es una respuesta inmunológica con efectos no solo a nivel intestinal, sino también a nivel hormonal, alterando los niveles de las hormonas que controlan el ciclo ovárico (FSH, LH, estrógenos y progesterona).
Los afectados padecen una mala absorción de hierro y de ácido fólico, anomalías en el control hipotálamo-hipofisario de la función de las gónadas (ovarios y testículos) o déficit de vitaminas. Estas deficiencias pueden presentarse tanto en personas celiacas como en pacientes con sensibilidad al gluten no celiaca bien diagnosticada.
Por todo ello, cada vez cobra más credibilidad la existencia de una relación directa entre celiaquía y problemas de fertilidad. Pero hay que tener en cuenta un matiz muy importante: afectaría solo a pacientes, tanto hombres como mujeres, sin diagnosticar. En este sentido, varios estudios han sugerido que esta enfermedad puede ser más común en personas con algún tipo de infertilidad inexplicada. De manera que el tratamiento adecuado podría ayudar a restaurar la fertilidad.
En todas las mujeres celíacas no tratadas son más frecuentes la menarquia tardía, los abortos recurrentes, los partos prematuros, la menopausia precoz y las dificultades para la fecundación. Acudir a una consulta de reproducción por sufrir abortos de repetición sin una causa aparente podría estar ocultando una enfermedad celíaca no diagnosticada y, por lo tanto, no tratada.
Esto podría explicarse debido a que los anticuerpos que se liberan en el organismo al entrar en contacto con el gluten dañan el tejido trofoblástico de la placenta. Con ello impedirían que el feto reciba los nutrientes necesarios para su crecimiento y correcto desarrollo, produciendo un aborto.
En el caso de los pacientes masculinos con celiaquía sin tratar, se ha descrito una mayor incidencia de impotencia y anomalías en el recuento de esperma, causas ambas de infertilidad.
QUÉ HACER ANTE LA SOSPECHA
Ante una situación de este tipo, lo más adecuado es realizar una batería de pruebas que nos asegure si alguno de los pacientes presenta celiaquía o sensibilidad al gluten no celiaca. Cuando existan síntomas que lo sugieran, entonces hay que analizar los anticuerpos relacionados con la celiaquía. Si resultan negativos pero la sintomatología persiste, se recurrirá al diagnóstico genético, y de ser este positivo, se realizará una biopsia.
Durante todo este proceso, el paciente tendría que llevar una dieta sin gluten, como mínimo, durante seis meses.
Una vez que el diagnóstico es claro, el tratamiento, tanto para una celiaquía como para una sensibilidad al gluten no celiaca, es excluir el gluten de la alimentación. En el caso de la enfermedad celíaca, debe hacerse de por vida. Y si nos enfrentamos a una sensibilidad al gluten no celiaca, también debe seguirse una dieta libre de gluten, pero pueden introducirse pequeñas cantidades de la proteína para comprobar qué cantidad tolera el paciente sin que aparezcan síntomas.
Se puede concluir que cada vez hay más evidencias de que la celiaquía y la infertilidad podrían ir de la mano, siempre y cuando no exista un diagnóstico y, por ende, un tratamiento. Es de vital importancia realizar estudios previos para obtener un diagnóstico claro, cuando hay sospechas de una infertilidad sin causa aparente. Los pacientes tratados con una dieta sin gluten van a tener las mismas posibilidades de gestar que un paciente que no presente esta patología.
Belén Monge Ochoa, PDI Biomedicina, Universidad San Jorge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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