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En la actualidad, se está incentivando, de sobre manera en el discurso de
las políticas públicas y gubernamentales, la importancia de igualdad y
equidad entre hombres y mujeres.
Esto ha traído aparejado la propuesta de reconfiguraciones profundas
respecto a los roles que tradicionalmente se asumían derivados de la
condición de género. El cuidado no ha quedado fuera del alcance de estas
transformaciones, pues se trata de una actividad generalizada en todos los
continentes y sociedades. Históricamente, el cuidado se ha visto como un
asunto “de las mujeres”, incluso cuando se ejerce de forma profesional.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018) define el género como un
producto social que agrupa los roles, las características y oportunidades
que se asignan a los hombres y a las mujeres, y que se consideran apropiados
para cada grupo en relación con su sexo biológico, sin necesariamente
corresponderse con él ni ser algo natural a los humanos.
El género es algo que varía según la época y el lugar, al ser algo
específico para cada cultura y a la vez una forma de agrupar a las personas,
se asume como algo innato e impermutable cuando es todo lo contrario.
El género deriva de la construcción social que a lo largo del tiempo y en
cada contexto específico se elabora sobre lo que se espera del
comportamiento social de hombres y las mujeres, el género también sectoriza
las profesiones, y de manera acusada en las de la salud.
La enfermería se enmarca en el modelo socio patriarcal a partir del siglo
XIX y sus consecuencias llegan a nuestros días, la disciplina se contempla
hasta la actualidad como feminizada, estereotipada en el imaginario
colectivo, contemplando los cuidados como responsabilidad exclusiva de las
mujeres.
El gran problema que arrastra la enfermería, al ser una profesión
eminentemente femenina, es paralelo al de la mujer a lo largo de la
historia, ya que ambas han sido relegadas a un segundo nivel frente a la
supuesta supremacía masculina. Dicha realidad se ha sostenido a pesar de que
se van eliminando progresivamente todos los mitos sobre la inferioridad de
la mujer, y a pesar también de la superación de la vieja creencia de que la
mujer ha sido la causa de todos los problemas de la sociedad. Las tareas
propias e independientes de la enfermera: acompañar, consolar, convencer…,
englobadas en el concepto de cuidado, a la vista de la sociedad, parecen
algo más femenino y doméstico que el desempeño de tareas más técnicas o que
implican manejo de aparataje, tecnología, etc., lo cual se asocia con lo
masculino.
EL "TOKENISMO" Y SU RELACIÓN CON LA ENFERMERÍA
La teoría de Kanter del tokenismo, de 1977, explica que en los grupos
humanos dentro del mundo profesional o empresarial en los que hay
desigualdad en el número relativo a un género, el grupo minoritario es
considerado como token. Pertenecer al grupo token tiene unas consecuencias
descritas por Kanter, como la alta visibilidad (aumenta la presión social),
o la polarización del grupo (todo lo dicho por ellos es tomado como algo
importante, aunque no lo sea).
Si nos fijamos en el caso de la enfermería o de las profesiones donde los
“token” son los hombres, diversos estudios han descrito que los varones no
tienen obstáculos serios en sus carreras gracias a su “capital de género”.
Este concepto implica que las características asociadas a lo masculino a
menudo actúan como un beneficio para los hombres en las profesiones
feminizadas. Si lo relacionamos con la enfermería, algunos estudios apuntan
que, para superar toda esta problemática, la profesión debe desprenderse de
su simbología femenina, se deben abordar proyectos de innovación y conseguir
el apoyo institucional global.
ESCALERA Y TECHO DE CRISTAL
Más allá del concepto que acabamos de desarrollar, pero siguiendo en la
misma línea, nos encontramos con lo que Christine Williams denominó la
“escalera de cristal”. Dicho concepto nos ayuda a entender la situación
descrita anteriormente en la enfermería. Williams considera que los efectos
del sexismo machista aumentan los posibles beneficios del tokenismo en los
hombres, ya que son objeto de trato no discriminatorio o incluso
preferencial tanto en la contratación como en las situaciones de ascenso,
algo que está ampliamente aceptado en la cultura del trabajo y fue
denominado como la escalera de cristal. Según esta visión, los hombres
mantienen las ventajas asociadas a su estatus de género cuando están en
desventaja numérica, y, por lo tanto, acceden a las posiciones más
beneficiosas o puestos de poder a través de estas escaleras de cristal, en
donde no hay traspiés ni obstáculos importantes como las mujeres tendrían.
En el caso de ellas o de otros grupos con menor estatus, se toparían con un
techo de cristal, es decir, con todas esas barreras que les impiden seguir
subiendo. Los hombres se benefician de su posición token, ya que se asume
que tienen, entre otros valores añadidos, una mayor capacidad de liderazgo y
una actitud mejor hacia el desarrollo de la práctica profesional, por lo que
ascienden más rápido que sus compañeras y tienden a monopolizar las
posiciones de poder, obteniendo más beneficios que perjuicios (mayor
visibilidad, progreso más rápido en su carrera, mejores sueldos…).
Durante el siglo XIX y gran parte del XX, han coexistido dos creencias que
han limitado el crecimiento y desarrollo de la profesión enfermera. Por un
lado, el modelo patriarcal, que impuso una visión de subordinación de la
enfermería a la profesión médica y, por otro lado, la creencia de que la
mujer tenía características innatas que la hacían única para ejercer la
profesión.
DATOS
La función sanitaria tiene una presencia mayoritariamente femenina. En el
año 2021 había más mujeres colegiadas que hombres en las profesiones
relacionadas con la salud. Los colectivos con mayor porcentaje de mujeres
fueron los de logopedia (el 93,5% eran mujeres), terapeutas ocupacionales
(90,4%) y enfermería (84,2%).
Por el contrario, las profesiones que presentaron los menores índices de
feminidad fueron las de protésicos dentales (30,4%), físicos con
especialidad sanitaria (33,2%) y veterinarios (52,0%).
Según el Instituto Nacional de Estadística, en España hay 307.762
profesionales de enfermería, de las cuales 259.129 (84%) son mujeres y
48.633 (16%) son hombres.
En el caso de las matronas, la balanza todavía está más inclinada hacia las
mujeres. Por las 8.904 mujeres que desempeñan este cargo en los hospitales,
solo hay 632 hombres. Es decir, el 93,4% de las personas que ejercen esta
especialidad son mujeres.
Esta fotografía nos sitúa ante una profesión mayoritariamente femenina.
Pero además sucede que la historia de la enfermería se encuentra plagada de
estereotipos asociados al género y que la profesión, pese a ese 84% de
representación femenina, tiene que enfrentarse con el fenómeno del token en
su propio mundo, por lo que los hombres dominan las posiciones de poder.
El porcentaje de mujeres ha sido siempre clamorosamente más alto,
analizando los datos, además podemos afirmar que el porcentaje de mujeres en
la profesión ha ido aumentando casi año a año. En este tiempo, ha habido un
67,3% más de mujeres enfermeras. Sin embargo, el porcentaje de hombres que
accede a esta profesión no crece tan rápido ni tanto como el de las mujeres.
Ellos han aumentado en un 30,6%, pasando de los 38.328 enfermeros que había
en 1999 a los 50.074, de 2019. Es decir, el número de mujeres que ha
aumentado en los últimos 20 años (107.008) supone casi el doble del total de
hombres enfermeros que hay, hoy en día (50.074), en la profesión enfermera.
Las mujeres conforman el 86,2% de los profesionales de enfermería en los
hospitales, el 78,7% de atención primaria y el 56,2% de urgencias.
EN DEFINITIVA
El empoderamiento de las mujeres profesionales de enfermería es uno de los
caminos para seguir impulsando la igualdad de género y alcanzar el
desarrollo sostenible, además de ser el mayor potenciador para la
prosperidad y bienestar de las sociedades.
Se puede concluir que la mujer enfermera sigue estando en una posición de
inferioridad tanto dentro como fuera de la profesión. Dentro, la mujer se ve
relegada de los cargos de responsabilidad tanto en colegios profesionales
como en el sindicato mayoritario de enfermeras, donde, pese a que hay más
mujeres que hombres, siguen siendo unos porcentajes que no se ajustan a la
realidad numérica de las mujeres en la enfermería. Fuera de la misma, en
relación con el resto de profesiones sanitarias, se constata que otras
titulaciones ocupan de forma mayoritaria los puestos de poder y toma de
decisiones.
Resulta importante repensar las posibilidades de construir y
ejercer el poder de forma distinta desde las mujeres, reconociendo la
necesidad de la participación en los órganos de representación y política,
favoreciendo cambio o fortalecimiento de estrategias que impulsen la equidad
de género y consoliden la democracia por lo que resulta un reto trabajar
desde la deconstrucción de esquemas tradicionales de elección para
reconfigurar toma de decisiones para la elección de las mujeres desde los
escenarios de representación desde las instituciones sanitarias.
A pesar de que la mujer representa a nivel mundial aproximadamente las tres
cuartas partes del colectivo de profesionales de la sanidad, su presencia en
puestos de responsabilidad y visibilidad se mantiene mermada en virtud de la
cultura machista que impera en nuestro sistema. Es una evidencia de la
situación de discriminación dentro de la profesión, que en un colectivo
donde más del 84% son mujeres, el presidente del Consejo General es un
hombre, al igual que lo ha sido su antecesor, pero el problema se hace aún
mayor cuando analizamos el resto de los datos ofrecidos por el mismo Consejo
General, lo que quiere decir que las proporciones siguen sin cumplirse en
los organismos más representativos de nuestra profesión.
Por otra parte, las enfermeras son las profesionales más numerosas dentro de nuestro
sistema sanitario, pero cuya titulación sigue sin estar
presente o lo hace de forma escasísima en la nómina de gerentes de servicios
de salud, consejerías de sanidad, gerencias de área, u otros puestos que se
adjudican a profesionales con otras titulaciones, sanitarias o no.
Enfermero de Atención Primaria, Máster en Atención Prehospitalaria y
Hospitalaria Urgente
BIBLIOGRAFÍA:
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- Salguero, A. M., & García, J. E. G. (2019). Escasa presencia de la mujer enfermera en puestos de poder. Revista Española de Enfermería de Salud Mental, (8).
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- González, V. T., Jimenez, J. P., & García, A. S. (2020). Análisis desde la perspectiva de género de la visibilidad enfermera en redes sociales. NURE investigación: Revista Científica de enfermería, (106), 2.
- https://maldita.es/malditateexplica/20210512/enfermeria-profesion-feminizada-porcentaje-mayor-mujeres/
- https://www.ine.es/metodologia/t15/t1530416.pdf
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