por Francesc Grauet
La capacidad de servicio que debemos desarrollar todos los seres humanos,
especialmente los profesionales de las ciencias de la salud y de las
ciencias sociales, es lo que realmente nos distingue del resto de
profesionales.
La vida misma nos enseña que debemos revalorizar los valores verdaderos de
la vida; a ser humildes de corazón, nobles y honestos, rectos, honrados,
francos y austeros; debemos conocernos a nosotros mismos, no debiendo en lo
posible dejarnos dominar por las pasiones, ni por el interés insolente del
lujo, de la riqueza y del efímero poder.
El ser humano debe ser similar al árbol, que crece en silencio y da sombra a
quienes se cobijan bajo sus frondosas ramas.
No sé cómo te llega, la vocación de la enfermería, simplemente, ocurre. Es
algo que sale de ti tan natural como el deseo y, en cierto modo, obligación
que sientes, de prestar tu ayuda a la gente que lo necesita.
Cuando eres una persona que te da igual el día de la semana que sea, o si es
festivo, si cae en puente o en Navidades para trabajar, cuando te adaptas a
todos los turnos y a todas las plantas y centros, siempre con la sonrisa
bien puesta y con la satisfacción de haber ayudado y haber hecho un gran
trabajo; estas impregnado de la enfermería. Nos gusta nuestra profesión,
porque viene de la vocación, y eso es algo que siempre se tiene.
Hemos elegimos el ayudar a los demás, tanto en los momentos críticos como en
los casos más leves. Todo lo que se puede curar, lo curamos, o por lo menos
lo intentamos. En todo caso, lo que siempre hacemos es ACOMPAÑAR, hacer que
el paciente nunca se sienta solo, aunque sus familiares estén a su lado. Es
necesario que el paciente sienta que avanzamos junto a él.
Cuantas veces nos habremos ido a casa con la cabeza a punto de reventar
dándole vueltas a: ¿por qué hice esto y no esto otro? Si hubiera actuado de
otra manera, a lo mejor le habría aliviado más; o: ¿por qué le curé de esa
forma y no usé otros medios que podrían haber sido más eficaces? Y estamos
deseando que llegue el día siguiente para preguntar al paciente qué tal se
encuentra.
El mundo atraviesa un proceso de cambio continuo a nivel económico,
político, social y tecnológico. Las organizaciones de salud no son ajenas
a estos cambios, situación que demanda en el ámbito laboral sanitario la
exigencia de personal comprometido. El compromiso, un concepto que se
originó en la psicología positiva, es definido como un estado mental
positivo, satisfactorio y relacionado con el trabajo, caracterizado por
vigor, dedicación y absorción.
Enfermería representamos la mayor fuerza de trabajo y constituimos la
columna vertebral de cualquier organización de salud. Sin embargo,
múltiples factores, como la sobrecarga laboral, una proporción
enfermera-paciente elevada, insuficientes recursos y las condiciones
precarias, nos obligan, en muchas ocasiones, a brindar cuidados a la
carrera, debido a que debemos distribuir nuestro tiempo en las múltiples
actividades del día a día.
En la actualidad acontece un problema en el ámbito sanitario, que se
agudiza cada vez más, debido a las consecuencias negativas que se producen
en los profesionales de la salud. Se trata del síndrome de burnout. Se
reconoce a este como un trastorno mental, que conlleva al agotamiento o
desgaste profesional, el cual es crónico y está asociado a una resistencia
inadecuada de las exigencias psicológicas del trabajo, lo que daña la
calidad de vida de la persona que lo sufre.
El síndrome de burnout fue publicado por primera vez en 1974 en la revista
estadounidense New Yorker, por el psicoanalista alemán Herber
Freudenberger. Lo definió como la pérdida progresiva del idealismo, la
energía y el propósito experimentado por las personas en las profesiones
de ayuda como resultado de las condiciones de vida.
Además, este síndrome presenta diversos síntomas en las personas que lo
sufren, entre los que se encuentran la falta de energía, los sentimientos
de frustración y fracaso, los frecuentes dolores físicos, los estados de
ánimo irritable que conlleva que el profesional de la salud se muestre
impaciente y, en ocasiones, aislado.
El contexto laboral no solo nos expone a enfermería, a múltiples riesgos
laborales que nos afectan durante la jornada, también fomenta el conflicto
en la relación trabajo – familia. Sin embargo, los profesionales de
enfermería, debido a nuestra vocación por el cuidado del otro, aceptamos y
tratamos de adaptarnos a estas condiciones de trabajo y como consecuencia,
terminamos descuidándonos y apoyándonos en terceros para el cuidado de
nuestros seres significativos.
He llegado a pensar en ciertas ocasiones que mi vocación significa
esclavitud o es una maldición. Los factores de riesgo pueden ser de
ámbito personal o laboral. En cuanto a los personales encontramos la
dificultad de conciliar la vida familiar con el trabajo o el aislamiento
social. En el ámbito laboral, pueden ser el tipo de pacientes asignados,
la tutorización de estudiantes, la atención continuada, el exceso de carga
de trabajo, los conflictos de rol o la falta de feedback y reconocimiento.
Finalmente, aun cuando la vocación por el cuidado del otro siga siendo
esencial para desempeñarse en el ámbito de la enfermería, es importante
que el gremio, el área de Seguridad y Salud en el Trabajo y los sectores
privados y públicos, implementen alternativas en los contextos laborales
para que los trabajadores de enfermería podamos ejercer nuestra
vocación, sin que esto nos implique un deterioro de nuestra calidad de
vida y las de nuestras familias.
En conclusión, el contexto laboral de la profesión de la enfermería no
solo nos implica exponernos a factores de riesgo durante nuestras
jornadas laborales, sino que nos genera también un conflicto trabajo –
familia e implica que tengamos que vivir en una paradoja: si queremos
ejercer nuestra vocación de cuidar al otro, debemos aceptar y adaptarnos
a condiciones de trabajo que impactan negativamente en nuestra salud,
nos impiden el autocuidado y, adicionalmente, nos conduce a sacrificar
el cuidado de nuestros familiares.
No quiero terminar mi artículo de opinión sin agradecer a nuestras
familias, amigos y seres queridos su inmensa paciencia y comprensión.
Enfermería estamos muy acostumbrados a dar cariño y afecto, pero debemos
valorar y dar mil gracias a todas las personas de nuestro ámbito
personal y familiar que siempre tenemos a nuestro lado.
Gracias por cuidarnos y dejar que podamos seguir cuidando
“No se trabaja de enfermera, se es enfermera”, Gisela Pou
Enfermero de Atención Primaria, Máster en Atención Prehospitalaria y Hospitalaria Urgente
BIBLIOGRAFÍA
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