En algunas áreas de salud, la presión asistencial ronda la cifra récord
de 40 pacientes vistos al día por médicos de familia y pediatras. Sin
embargo, los especialistas avisan de que la realidad es mucho peor de lo
que reflejan los datos oficiales
por Ángela Bernardo, María Álvarez del Vayo, Carmen Torrecillas y David Cabo
Las 10 áreas más saturadas en medicina de familia (2022)
Por otra parte, en 2022 la presión asistencial máxima en
enfermería
se ha situado en torno a los 25 pacientes atendidos al día. Esta
sobrecarga de trabajo se ha notado especialmente en Andalucía, que
concentra siete de las diez áreas sanitarias más saturadas, seguida de
Comunidad Valenciana, con dos, y Murcia, con una. No obstante, la
presión asistencial fue mayor el año pasado. “Subió mucho por la
realización de test y las vacunaciones”, explica
Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la
Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. En 2021, dos áreas sanitarias de Castilla-La Mancha (Mancha
Centro-Alcázar de San Juan y Almansa) y una de la Comunidad Valenciana
(Manises) fueron las que registraron un promedio récord de 40
pacientes vistos al día.
La presión asistencial que dan es mucho menor que la que tenemos. Los datos que hay están un poquito disfrazadillos Concepción Sánchez-Pina, presidenta de la AEPap
LOS RETRASOS PARA TENER CITA EN ATENCIÓN PRIMARIA
La intensa presión asistencial no sólo supone una mayor sobrecarga para los profesionales sanitarios, sino que también produce importantes retrasos para que una persona pueda ir a consulta. En España, según el informe anual del Sistema Nacional de Salud, publicado en 2021, el tiempo medio de espera fue de 5,8 días. La situación, por desgracia, no ha mejorado en los meses siguientes: de acuerdo con el barómetro sanitario, publicado en junio de 2022, el 65,7% de las personas entrevistadas esperó más de un día para ser atendida por su médico de cabecera. De este grupo, el tiempo medio para poder acudir a la consulta de medicina de familia se situó en 8,8 días, un tiempo excesivo de acuerdo con las fuentes consultadas.
“La atención primaria no se puede permitir esperas de más de tres días”,
dice
Nani Vall-Llosera, médica de familia en un centro de salud de Barcelona. Antes de la
pandemia, la propia Vall-Llosera atendía entre “25 y 30 visitas diarias” y
“no tenía demoras”. La situación ha cambiado de forma radical: en los
peores momentos de 2022, llegó a atender a 70 pacientes al día, cifra que
ahora ronda los 40, con tiempos de espera de siete días. La presión es
similar a la carga asistencial que atiende Lucía Gorreto en Baleares (40
pacientes diarios), donde hay demoras en algunos centros de varias
semanas. Para la médica
Carolina Mir, que trabaja en Valencia, la experiencia resulta parecida: según cuenta
a Civio, el tiempo de espera es “brutal”, con retrasos de hasta quince
días, debido a una presión que atribuye a la “avalancha” de pacientes
crónicos que no habían podido atender bien durante la pandemia.
Incluso en enfermería, donde los datos en 2022 han mejorado ligeramente,
estamos lejos de alcanzar una cierta normalidad. “En el momento en el que
te ves obligada a dar una cita para más allá de dos días, claro que tienes
presión asistencial. No estás llegando”, afirma
María José García, portavoz del Sindicato de Enfermería (SATSE). Según explica Sánchez-Bayle a Civio, “cuando a una persona le dan una
cita en 8, 10, 15 o 30 días, tiene tres alternativas: esperar, a ver si
las cosas se solucionan solas; acudir a un servicio de urgencias o a un
seguro privado”. Según la
patronal UNESPA, esta última alternativa
no ha parado de ganar asegurados
entre quienes pueden permitírselo. En 2021, Madrid era la región con mayor
proporción de personas con seguros privados de salud (38,11%), seguida de
Ceuta (36,09%), Melilla (33,12%), Cataluña (32,82%) y Baleares
(30,10%).
LEJOS DE LAS RECOMENDACIONES DE PACIENTES ASIGNADOS
“Es una situación muy preocupante, con problemas muy graves en cuanto a demoras y con falta de profesionales y de presupuesto”, explica el portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. Para valorar la posible carencia de trabajadores, un parámetro esencial suele ser el cupo asignado, es decir, el número de pacientes por profesional. Las organizadas consultadas por Civio recomiendan que la ratio máxima en medicina de familia sea de 1.500 personas, cifras que bajan hasta los 1.000 pacientes, en el caso de enfermería, y 900-1.000 en pediatría. En 2021, según datos del Ministerio de Sanidad, Baleares, Ceuta, Melilla y la Comunidad de Madrid superaban con creces el umbral en medicina de familia, mientras que, en pediatría, estas regiones, junto con Cataluña, tenían cupos más altos de lo recomendado. En el caso de enfermería, todas las comunidades incumplían las ratios recomendadas, aunque la peor situación estaba en Madrid, Ceuta, Baleares, Murcia, Melilla y Andalucía.
“Yo siempre he trabajado en ese volumen de 1.800 a 2.000 pacientes, nunca
con menos”, afirma el médico de familia Vicente Baos. El colectivo de
enfermería plantea críticas parecidas. “Tenemos muchas compañeras y
compañeros cuyos cupos llegan casi a 2.000 personas en atención primaria.
Con ese número
lo que generamos es lista de espera donde no debería haberla”,
sostiene María José García, portavoz de SATSE. En opinión de Sánchez Pina,
presidenta de la AEPap, “la cifra de niños que tienen que ver los
pediatras ahora mismo en Madrid y en Barcelona está muy por encima de las
cifras que aconsejamos las sociedades científicas. Si sumamos el exceso de
niños en los cupos de pediatría junto con el momento epidemiológico, [el
profesional] no tiene tiempo para verlos bien”.
La atención primaria, según Sánchez Bayle, ya tenía “un déficit crónico”
antes de la llegada del coronavirus. La falta de suficiente inversión, los
problemas de organización y la cada vez mayor complejidad de la asistencia
sanitaria son solo algunas de las dificultades citadas por los
especialistas. Pero el incremento actual en la presión está afectando de
forma directa a unos profesionales ya agotados por culpa de la pandemia. Y
las consecuencias son claras: “Se pierde seguridad, se pierde atención”,
dice Vall-Llosera, que teme el
mayor riesgo de equivocarse o de olvidarse cosas importantes en
consulta. “Nuestra capacidad física y mental para cuidar se ve alterada. [La
situación] es inhumana. No somos héroes”, zanja al otro lado del
teléfono.
Artículo publicado originalmente en CIV1O
Artículo publicado originalmente en CIV1O
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