Foto: Ltshears, CC BY-SA 3.0, vía Wikimedia Commons |
Lyme, (Connecticut, EE. UU.), 1976. Varias personas acuden al médico con un sarpullido con aspecto característico de “ojo de buey”, además de fiebre y dolor en las articulaciones. La nueva enfermedad es bautizada como enfermedad de Lyme. Y a la erupción cutánea asociada, temprana y localizada, la llaman eritema migrans.
Ahora sabemos que esta afección es una zoonosis de distribución mundial, con la mayor parte de los casos descritos en el hemisferio norte, y que es causada principalmente por la bacteria Borrelia burgdorferi, aunque otras especies como Borrelia mayonii, Borrelia afzelii, Borrelia garinii o Borrelia bissettiae, por citar algunas, también pueden infectar a los humanos.
Hoy en día, la enfermedad de Lyme es la enfermedad transmitida por garrapatas más prevalente en Europa, con más de 200 000 casos por año en Europa occidental, y la enfermedad transmitida por vectores más comúnmente reportada en Estados Unidos, dónde se estima que acontecen 476 000 casos cada año.
En Europa, es considerada una patología emergente. Tanto es así que el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) incluyó la neuroborreliosis en la lista de enfermedades bajo vigilancia en el año 2018. En España está clasificada como enfermedad de declaración obligatoria autonómica según la Orden SSI/445/2015.
El boletín epidemiológico sobre la enfermedad de Lyme, publicado recientemente por el grupo responsable de la vigilancia epidemiológica del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, apunta a que recientemente en España se ha producido un aumento de las hospitalizaciones por enfermedad de Lyme del 191,8 %. Además, hay constancia de la ampliación de la distribución geográfica de la enfermedad durante el periodo 2005-2019.
España no es una excepción: en EE. UU. casi se ha duplicado la incidencia desde el año 1991. De 3,74 casos notificados por cada 100 000 personas entonces se pasó a 7,21 casos notificados por cada 100 000 personas en el año 2018. ¿Por qué?
LATIDOS IRREGULARES DEL CORAZÓN Y OTROS SÍNTOMAS
La afección suele causar fiebre, fatiga, dolor en las articulaciones y erupción cutánea, así como complicaciones en las articulaciones y el sistema nervioso. La diseminación de la bacteria puede dar lugar también a manifestaciones más graves, incluidas manifestaciones cutáneas, neurológicas, cardíacas, musculoesqueléticas y oculares.
Aunque la mayoría de los pacientes son tratados con éxito mediante una terapia antibiótica oportuna, está ampliamente aceptado que un número considerable de afectados experimentan un fracaso del tratamiento y continúan sufriendo síntomas debilitantes a largo plazo. Sin ir más lejos, según los CDC, la carditis de Lyme es un problema cardíaco grave que ocurre en aproximadamente el 1 % de los infectados. Se trata de un “bloqueo cardíaco” que puede hacer que el corazón lata de manera peligrosamente irregular.
Cuando la enfermedad de Lyme no se trata, aumenta la posibilidad de manifestar carditis de Lyme. Entre 1985 y 2019, fueron informadas once muertes por carditis de Lyme en todo el mundo.
Todavía hay muchas preguntas sin resolver referentes a esta enfermedad. ¿Puede la infección volverse latente y luego reactivarse? En pacientes con síntomas persistentes, ¿persiste también la infección o se trata de secuelas no infecciosas?
GARRAPATAS Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
La bacteria que la causa, Borrelia, es transmitida por garrapatas duras, normalmente del género Ixodes. La actividad de las garrapatas facilita que la bacteria mantenga ciclos de transmisión natural entre huéspedes vertebrados como roedores, cérvidos, jabalíes, etc.
Varios estudios evidencian que el cambio climático ha contribuido a la expansión de gran variedad de especies de garrapatas, aumentando el riesgo potencial de expandir la enfermedad de Lyme a áreas donde los vectores anteriormente no podían sobrevivir.
El ciclo de vida y la prevalencia de las garrapatas están fuertemente influidos por la temperatura. Por lo tanto, se prevé que el aumento de las temperaturas asociado con el cambio climático aumente el rango de hábitat adecuado para las garrapatas. Los inviernos más cortos y los otoños suaves también podrían extender el período en que las garrapatas están activas cada año, aumentando el tiempo que los humanos podrían estar expuestos a la enfermedad de Lyme. Cada vez hay más pruebas de que la distribución geográfica de las especies de garrapatas está cambiando.
Sin embargo, el clima no es el único factor importante que influye en la transmisión, distribución e incidencia de la enfermedad de Lyme. También contribuyen los cambios en las poblaciones de especies huésped (ciervos, jabalíes, etc.), que colateralmente afectan al tamaño de la población de garrapatas. El porcentaje de garrapatas que están infectadas depende, en las primeras etapas, de la prevalencia y las tasas de infección de los roedores y algunos otros pequeños huéspedes. Por tanto, la disminución del número de rapaces y otros animales depredadores que controlan las explosiones demográficas de las poblaciones de roedores también influye en el aumento de garrapatas infectadas.
Además, la exposición humana a las garrapatas infectadas también está mediada por factores como los cambios en la proximidad de las poblaciones humanas a las garrapatas y huéspedes silvestres.
A nivel global, el desarrollo de modelos predictivos de expansión de las garrapatas puede ayudar a las autoridades de salud pública a anticipar y adaptar las medidas preventivas, especialmente en áreas que aún no están afectadas por la enfermedad de Lyme.
PRECAUCIONES PARA EVITAR EL CONTAGIO
En las áreas de riesgo europeas, entre el 5 y el 40 % de las garrapatas pueden estar infectadas. El riesgo de contraer una infección transmitida por garrapatas está determinado por el número total de garrapatas en el área, la proporción de portadoras de la enfermedad y el comportamiento humano.
Las formas más efectivas de evitar las picaduras de garrapatas incluyen usar pantalones largos y camisas de manga larga, y aplicar repelentes en la piel y la ropa. La piel debe revisarse periódicamente en busca de garrapatas adheridas, que deben eliminarse lo antes posible.
Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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