A principios de la década de 1920, un tratamiento para la diabetes, una de
las enfermedades más antiguas del mundo, había eludido a la comunidad médica
durante más de dos milenios. Sin embargo, la prolongada espera estaba a
punto de llegar a su fin. En 1921, un equipo de investigación de la
Universidad de Toronto aisló una nueva hormona de los perros. Esa hormona
era la
insulina, el regulador del cuerpo de los niveles de glucosa (azúcar) en sangre. Un
año después, Eli Lilly, de Indianápolis, empezó a producir en masa insulina
purificada para uso público, transformando la diabetes de una sentencia de
muerte a una enfermedad crónica. Aunque este descubrimiento,
galardonado con el Premio Nobel, revolucionó la forma de tratar la diabetes,
no fue una cura definitiva. Por el momento, la búsqueda para entender una de
las enfermedades más antiguas del mundo continuó.
UNA EPIDEMIA CRECIENTE
Aunque la diabetes es
una de las enfermedades más prevalentes del mundo, con 26,9 millones de personas diagnosticadas sólo en Estados Unidos (el
8,2% de la población), pocos ciudadanos entienden exactamente cómo se
desarrolla la enfermedad. En pocas palabras, la diabetes se desarrolla
cuando el cuerpo es incapaz de gestionar adecuadamente sus niveles de
glucosa (azúcar) en sangre, lo que provoca un exceso de azúcar en la sangre.
Normalmente, la glucosa en sangre está regulada por las
células beta
productoras de insulina que se encuentran en el
páncreas, un órgano amarillo de 1,5 a 1,5 cm de largo con múltiples lóbulos situado
detrás del estómago. Sin embargo, en los pacientes con diabetes, estas
células beta pancreáticas pierden su capacidad de producir o reconocer la
insulina, lo que hace que el cuerpo pierda su capacidad de gestionar su
propia glucosa en sangre. En el caso de la
diabetes de tipo I, las células beta productoras de insulina son destruidas por las propias
células inmunitarias del organismo, impidiendo que éste produzca cantidades
adecuadas de insulina. Esta forma se diagnostica con más frecuencia en niños
y adultos jóvenes y actualmente no tiene ningún método conocido de
prevención. La
diabetes de tipo 2
se desarrolla cuando el organismo se vuelve insensible a la insulina después
de que los niveles de glucosa en sangre se mantengan elevados de forma
constante durante largos periodos de tiempo. Esta forma de diabetes
comprende el 90-95% de los casos de diabetes y se diagnostica sobre todo en
adultos, aunque los casos en niños y adultos jóvenes han aumentado
considerablemente debido a los estilos de vida poco saludables. Ambas formas
de diabetes se manifiestan con una serie de síntomas comunes, como hambre
extrema, sed extrema, micción excesiva, agotamiento y visión borrosa. Si no
se controlan, estos síntomas pueden conducir rápidamente a la muerte.
UN PASO DE GIGANTE
Antes del descubrimiento de la terapia con insulina, los tratamientos de la
diabetes eran limitados y apenas servían para detener la progresión de la
enfermedad. Al igual que en los tiempos modernos, los médicos
prescribían dietas restringidas en calorías y azúcares y ejercicio
para frenar la progresión de la enfermedad. Sin embargo, en el pasado, estas
dietas restrictivas a menudo mantenían a los pacientes al borde de la
inanición, permitiéndoles a veces tan sólo 450 calorías al día (como
referencia, un solo sándwich de pollo de Chick-fil-A tiene 440 calorías).
Este método de tratamiento era especialmente desgarrador para los pacientes
jóvenes con diabetes de tipo 1, que necesitaban desesperadamente la
nutrición para su crecimiento. Incluso cuando los pacientes con diabetes
eran capaces de adherirse a estas estrictas dietas y sobrevivir a la
inanición diaria, sus esfuerzos sólo prolongaban su austera vida por unos
pocos años. Con la introducción de la insulina, los niveles de azúcar en la
sangre y, por tanto, la diabetes, pudieron regularse más a fondo mediante un
cuidadoso control de la glucosa e inyecciones regulares de insulina. Con el
paso de los años, nuevos avances como las bombas de insulina automatizadas
han facilitado aún más la administración y regulación de la insulina, pero
el principio subyacente sigue siendo el mismo.
SIGUIENDO SUS PASOS
Ahora, cuando se acerca el centenario de la terapia con insulina, la
Dra. Teresa Mastracci
se esfuerza por lograr avances similares con su propia investigación.
Mientras obtenía su doctorado en la Universidad de Toronto, Mastracci
desarrolló su pasión por la investigación científica relacionada con la
biología del desarrollo, el cáncer y la diabetes, lo que la llevó a realizar
estudios posdoctorales en la Universidad de Columbia y en el Centro Naomi
Berrie para la Investigación de la Diabetes en Nueva York. En busca de una
comunidad de investigación en la que pudiera establecer su laboratorio
independiente, Mastracci se sintió atraída por la Universidad de Indiana -
Purdue University Indianapolis y la Facultad de Medicina de la Universidad
de Indiana.
En la actualidad, la Dra. Mastracci es profesora adjunta de Biología y
profesora adjunta de Bioquímica y Biología Molecular, y su laboratorio
investiga cómo se forman los órganos con la esperanza de que esto permita
comprender cómo se pueden revivir o sustituir los órganos no funcionales.
Más concretamente, el laboratorio de Mastracci busca restaurar las
células beta
productoras de insulina que se pierden en el
páncreas
de las personas con diabetes. Para llevar a cabo su investigación, el
laboratorio de Mastracci realiza experimentos con modelos animales como
ratones y peces cebra. En un
estudio
publicado recientemente, el laboratorio de Mastracci descubrió que un
fármaco aprobado por la FDA conocido como difluorometilornitina (DFMO)
fomentaba el rebrote de células beta en el pez cebra.
Sin embargo, Mastracci advirtió que revivir las células beta moribundas y
restaurar sus funciones de insulina en pacientes con diabetes, un proceso
conocido como regeneración celular, es más fácil de decir que de hacer. A
diferencia de la representación sensacionalista que se hace en medios de
comunicación populares como Anatomía de Grey, la regeneración celular
requerirá mucho tiempo e investigación para comprenderla plenamente y
convertirla en un tratamiento seguro y eficaz de la diabetes. Aunque el
camino desde los prometedores resultados preliminares hasta la eficacia
terapéutica requerirá algo más que este único estudio, la investigación de
Mastracci puede aportar interesantes conocimientos sobre la regeneración
celular como tratamiento de la diabetes.
Los descubrimientos no se producen de forma aislada, sino que se derivan de trabajos anteriores
LOS QUE VIENEN ANTES Y DESPUÉS
Al hablar de los avances en la investigación y los tratamientos de la
diabetes, Mastracci señaló que "los descubrimientos no se producen de forma
aislada, sino que se derivan de trabajos anteriores". Todo avance en la
investigación se basa tanto en los éxitos como en los fracasos de los
científicos que vinieron antes. En este sentido, Mastracci es una gran
defensora de la comunicación y la divulgación científicas, especialmente entre
los alumnos de primaria y secundaria. En su opinión, estos estudiantes
representan el futuro de la ciencia y puede que un día recojan la antorcha y
continúen su trabajo en el campo de la investigación de la diabetes. En sus
visitas a las escuelas, Mastracci lleva herramientas científicas de su
laboratorio para ayudar a explicar cómo se realizan los experimentos.
Despertar el interés de los alumnos de esta manera e introducirlos en el campo
es una de las experiencias más gratificantes para Mastracci y le hace volver a
interactuar con los estudiantes una y otra vez.
Las actividades de divulgación de Mastracci no se limitan al laboratorio o
al aula. Como parte de su trabajo con la Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil (JDRF), una organización sin ánimo de lucro dedicada a
la financiación de la investigación de la diabetes de tipo I y al servicio
de los afectados por esta enfermedad, Mastracci participa a menudo en
eventos de recaudación de fondos, como el Paseo de la JDRF para curar la diabetes. En estos eventos, Mastracci y otros investigadores, médicos,
pacientes y familiares se ponen el casco y las zapatillas de ciclismo para
recaudar fondos para la investigación de la diabetes de tipo I.
Aunque Mastracci y otros investigadores como ella están logrando importantes
avances en la comprensión de la progresión y el tratamiento de la diabetes,
todavía queda mucho trabajo por hacer. Si quiere saber más sobre la
investigación de Mastracci sobre la diabetes, puede leer sus publicaciones
aquí. Si esta es una causa que le interesa apoyar, puede donar aquí a una de
las organizaciones sin ánimo de lucro que financian la investigación crítica
de la diabetes.
Artículo publicado originalmente en PLOS
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