fusky, CC BY-NC-SA 2.0, vía flickr |
Muchos de los llamados noctámbulos se sienten incomprendidos, en lo que respecta a las expectativas de la sociedad sobre cuándo debe comenzar la jornada laboral.
Las investigaciones demuestran que los “trasnochadores” están programados para dormir más tarde, pero los horarios de trabajo de 9 a 5 les obliga a luchar contra su fisiología y a despertarse temprano, lo que les hace vulnerables a las enfermedades mentales y a los problemas metabólicos derivados de la falta de sueño.
Un estudio reciente, realizado en Italia en medio de la pandemia, descubrió que muchas personas, que normalmente no encajan en ese horario tradicional, rindieron más cuando tuvieron la libertad de poder trabajar más tarde por hacerlo a distancia. Su salud mental también mejoró.
Federico Salfi, estudiante de doctorado de la Universidad de L’Aquila, sacó la idea de esta investigación de su propio estilo de vida. “Yo soy, sin duda, un noctámbulo”, dijo. “Cuando trabajé desde casa debido a la pandemia de coronavirus, experimenté un gran beneficio en mi salud de sueño y productividad”.
Salfi se unió a algunos de sus colegas, a finales de 2020, para examinar cómo la tendencia de trabajar desde casa, propiciada por la pandemia, afectaba a los hábitos de sueño de los italianos. A través de las redes sociales, identificaron a 875 oficinistas y teletrabajadores. A continuación, utilizaron cuestionarios en Internet para conocer el impacto del trabajo a distancia en la salud del sueño de los participantes. Sus conclusiones: la flexibilidad del trabajo a domicilio durante la pandemia ayudó, por primera vez, a muchas personas a armonizar mejor sus horarios de trabajo y de sueño.
Más concretamente, los investigadores encontraron pruebas de que las personas de hábitos nocturnos dormían más y mejor cuando trabajaban desde casa, con la correspondiente disminución de los síntomas de depresión e insomnio.
También señalaron un tema importante que reflejan otros estudios: que las personas consideradas noctámbulas duermen regularmente menos que los madrugadores, lo que les lleva a acumular una deuda de sueño crónica.
(El estudio está disponible actualmente como preimpresión y aún no ha sido revisado por pares).
Entonces, ¿por qué estas personas no se acuestan antes? La respuesta es complicada.
Para sentir sueño es necesario que una cascada bioquímica de acontecimientos entre en acción, y ese momento está determinado por el cronotipo de la persona. Un cronotipo es un “reloj corporal” interno que determina el momento en que las personas se sienten despiertas o cansadas durante un periodo de 24 horas. Los ciclos están predeterminados genéticamente, y aproximadamente la mitad de las personas se sitúan en el rango medio mientras que las demás se dividen en “alondras mañaneras o búhos nocturnos”.
En la prehistoria, la mezcla de horarios de sueño desiguales tenía un propósito evolutivo. Los noctámbulos vigilaban a los mañaneros mientras dormían, y viceversa. Sin embargo, la sociedad moderna premia a los madrugadores y estigmatiza a los trasnochadores, afirmó Brant Hasler, profesor de la Universidad de Pittsburgh y miembro del Centro para el Sueño y la Ciencia Circadiana de esta universidad. “Estamos cuidando a una parte de nuestra población a costa de la otra”.
Matthew Walker, profesor de neurociencia y psicología de la Universidad de Berkeley y autor del libro Why We Sleep (Por qué dormimos), expuso en su podcast algunas de las consecuencias específicas para la salud. Los trasnochadores tienen un 30% más de probabilidades de desarrollar hipertensión, que puede provocar accidentes cerebrovasculares o infartos, y 1,6 veces más de padecer diabetes de tipo 2, ya que el sueño afecta a la regulación del azúcar en sangre. También tienen entre dos y tres veces más probabilidades de que se les diagnostique depresión y el doble de probabilidades de utilizar antidepresivos.
Ni Walker ni Hasler participaron en el estudio italiano.
Pero “obtendríamos un mayor rendimiento de los empleados si se les permitiera trabajar en su mejor momento laboral”, señaló Kelly Baron, profesora de la Universidad de Utah que estudia la salud del sueño y trata clínicamente a pacientes con insomnio. Baron, que tampoco participó en el estudio, añadió que un sueño deficiente es también un factor de absentismo laboral y de uso de días por enfermedad.
La investigación de Salfi, que se llevó a cabo en medio de las restricciones por covid-19, resulta notable por ser un ejemplo de cómo la pandemia ha hecho que los científicos del sueño se replanteen cómo llevar a cabo la investigación. Muchos han recurrido a dispositivos de monitorización en casa.
“[La pandemia] fue un experimento internacional para entender cómo cambia el sueño cuando cambian las horas y los entornos de trabajo”, indicó Baron. “Y también ha cambiado la forma de investigar, porque nos vemos obligados a hacer muchas más cosas a distancia. Eso cambiará nuestra capacidad y nuestra voluntad de investigar en todo el país, en todo el mundo, mediante el envío de dispositivos a las personas en lugar de hacerlas venir a nuestros laboratorios”.
Sin embargo, algunos expertos señalaron las limitaciones del estudio.
“Lo que no pude encontrar claramente incluido en el estudio es si las personas estuvieron siempre sometidas a esos horarios [O cambiaron después de la pandemia], porque eso es algo que realmente importa”, apuntó Stijn Massar, investigador de la Universidad Nacional de Singapur. Además, dado que covid-19 ha afectado drásticamente a casi todos los aspectos de la vida, los datos sobre el sueño en tiempos de pandemia pueden verse confundidos por los numerosos cambios de estilo de vida que la gente ha tenido que soportar.
Por otra parte, los científicos del sueño siguen preguntándose si es más saludable que alguien duerma en sincronía con su cronotipo.
“A los noctámbulos les resulta más difícil desenvolverse en el mundo, porque no están sincronizados con el horario convencional”, afirmó Baron. Su investigación ha descubierto que los horarios nocturnos provocan que incluso los trasnochadores sanos sean propensos a tener malos hábitos, como comer comida rápida, no hacer ejercicio y socializar menos. Un estudio publicado en febrero también descubrió que las personas nocturnas, que dormían más durante la pandemia, seguían teniendo una salud mental notablemente peor en comparación con las “alondras mañaneras”.
Es una cuestión de priorizar los horarios individuales frente a los comunitarios. Pero “el sueño es uno de los grandes misterios de la vida”, dijo Massar. “Todo esto es en cierto modo especulativo”, y cada nuevo estudio nos amplia la perspectiva.
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