Atención Primaria no es un lugar donde recibir asistencia médica, es una forma de trabajar que genera salud. Y sobre todo, requiere grandes dosis de su herramienta principal: tiempo.
por
Concha Herranz, Médica de Atención Primaria de Madrid
Ana y Gloria son vecinas del barrio de toda la vida, viven cada una en una
acera de la misma calle y por eso a cada una le toca un centro de salud.
Muchas veces hablan de ello, de la “suerte” de vivir en la acera de
los pares o los impares. Hoy vuelven del paseo recordando a Luis, el
marido de Ana, que falleció hace 8 meses. No salían casi de casa porque Luis
era muy obeso, tenía que usar oxígeno y le costaba mucho moverse. Iban
comentando cómo le llevaban su enfermera Carmen y su médica Lina, que son
como “de casa”.
Cada mes Carmen les llamaba y hacía las preguntas de siempre: si tenía
heridas, si se le hinchaban los pies, cómo usaba el oxígeno, si se tomaba
las pastillas y los inhaladores, si hacía los ejercicios, si se fatigaba, si
podía masticar, si dormía bien, cuánto orinaba, si les llegaba la pensión,
si tenían ratos de “airearse”, quién les ayudaba con la casa, si se seguían
queriendo...
Al menos cada dos meses Carmen iba a su casa para ver cómo estaban y sacarle
la analítica de revisión a Luis cuando hacía falta. Lina pasaba seguro una
vez al año, y “siempre que hacía falta si se acatarraba o le daba algún
arrechucho”, recordaban las dos amigas. En una de esas visitas fue cuando
Carmen vio que Luis tenía los pies hinchados, y su pulso no iba bien. La
hija de Luis le llevó al centro de salud, le vieron Lina y Carmen, hablaron
con el hospital y concertaron una cita a las 24h con cardiología “porque el
corazón no llevaba bien el ritmo y tenían que arreglarme unas venitas”, como
resumía Luis a sus hijos cuando le dieron el alta tras hacerle varios
arreglos en las coronarias y pautarle una nueva pastilla “para que no
se me coagule la sangre”.
Desde entonces Luis ingresó varias veces: unas porque empeoraba y Ana
llamaba al centro de salud, y otras porque Carmen se daba cuenta de
que algo no iba bien en esas visitas “de rutina”. Siempre que le daban el
alta, recibían la llamada de Carmen para ver si todo iba bien, y junto con
Lina ajustar la medicación. Ambas hablaban con los compañeros del hospital y
coordinaban la atención de Luis. Entonces llegó el covid. Carmen les llamó
para darles instrucciones de cuidados, avisarles de que se suspendían las
visitas periódicas en casa por el momento y decirles que llamasen siempre
que necesitasen. Pero “estabais tan liados, que cómo te iba a llamar”.
Luis empeoró lentamente, así que cuando ingresó fue muy difícil ajustar de
nuevo su corazón. Tras el alta nadie llamó para ver cómo estaba y volvió a
ingresar a los cuatro días porque se ahogaba. Pasaron dos ingresos en menos
de un mes sin que nadie hiciese la llamada de control al alta mientras iban
y venían las olas de covid, hasta que tras el tercer ingreso recibieron la
llamada de Carmen.
En plena campaña de vacunación de gripe y covid y pese a que no daban
de si las horas de trabajo, en su centro de salud habían decidido retomar el
seguimiento de los pacientes más frágiles. Carmen le llamaba al principio
cada semana, luego cada 15 días, y esta vez Luis no volvió a ingresar hasta
pasados tres meses, en que un mal catarro se complicó. Lina habló con los
compañeros del hospital y decidieron un ingreso en domicilio. No fue bien,
así que coordinaron el ingreso en el hospital, donde falleció unos días
después tranquilo y cuidado.
Carmen sigue atendiendo a Ana cada dos meses (en consulta o por teléfono)
para hacer acompañamiento en el duelo y retomar el cuidado de su artrosis,
su diabetes y su hipertensión, y Lina le ha hecho “unos análisis y una
ecografía porque tengo algo rarillo en los riñones, el corazón y por el
azúcar”.
De 2019 a 2020 se ha disminuido en un 20% el número de pacientes diagnosticados de enfermedad crónica avanzada que reciben la llamada de su enfermero o enfermera tras el alta de un ingreso en hospital
Los datos del observatorio de resultados de Madrid dicen que de 2019 a
2020 se ha disminuido en un 20% el número de pacientes diagnosticados de
enfermedad crónica avanzada que reciben la llamada de su enfermero o
enfermera 72h tras el alta de un ingreso en hospital, actuación que
disminuye posibilidad de volver a ingresar y mejora calidad y esperanza de
vida. Hemos perdido el 50% del seguimiento de pacientes mayores de 74 años
con más de seis fármacos (seguimiento que evita los efectos adversos de la
toma de medicación y errores a la hora de tomarlos, olvidos…).
Gloria le dice triste que su médica hace años se fue del centro de salud y
“no han traído sustituta, cada día me atiende uno distinto. Total, como
sólo tengo tensión y azúcar, para hacerme las pastillas me vale cualquiera
y ya cuando tenga una mía, iré a verla y que me pida los análisis“.
En ese centro faltan cuatro de los diez médicos que deberían tener, y las
enfermeras y enfermeros no dan de sí para seguir a todos los pacientes
crónicos, la vacunación y la COVID-19.
En la unidad administrativa es difícil que le cojan la llamada y cuando la
cogen o Gloria se acerca a pedir cita siempre le preguntan si seguro que
lo suyo no puede esperar. Tiene un dolor de tripa desde hace unos meses y
un bulto pequeñito que le ha salido en el cuello pero que no le molesta;
ambos seguirán esperando “a que la cosa esté mejor, no quiero que cada día
me vea uno, y no quiero molestar por esto”, comenta resignada.
Cuando Gloria se decida a consultar, quizá sea tarde, pero vivir en esta
acera de la calle y que le toque este centro de salud, es lo que tiene.
Las enfermedades cardiovasculares (infarto de corazón, ictus) siguen
siendo la primera causa de mortalidad en menores de 70 años en toda Europa
y también en España. Son la causa de 3,5 de cada diez años de vida
perdidos. Desde Atención Primaria se hace el seguimiento y control de
pacientes con factores de riesgo cardiovascular: tensión, azúcar,
colesterol, obesidad, vida sedentaria. La realización de estos
seguimientos ha disminuido casi a la mitad de 2019 a 2020 según el
observatorio de resultados de Madrid.
DETECCIÓN DE VIH
Jorge tiene 46 años. Un sábado hace 2 meses se torció el tobillo jugando
al fútbol en una cancha del barrio. No parecía nada serio, así que fue
al centro de urgencias de Atención Primaria, pero lo encontró cerrado.
Como tenía bastante dolor acudió a urgencias del hospital, donde estuvo
4h esperando. No hizo falta radiografía, y se fue a casa con un vendaje
y la instrucción de pedir cita a los 7 días en su centro de salud. Tuvo
suerte y en la app de cita de Atención Primaria vio que Rafa, su
enfermero, tenía un hueco justo para ese séptimo día. Mientras le
quitaba al vendaje, Rafa le preguntó si fumaba y Jorge afirmó. Le
preguntó si quería intentar dejarlo, y la verdad es que Jorge llevaba
meses pensándolo, así que aceptó y concertaron citas una vez a la
semana.
En esas consultas Rafa siguió hablando a Jorge de cuidados de la salud,
le tomó la tensión, le pesó, hablaron de alimentación, estrés,
ejercicio, y le preguntó por relaciones sexuales sin protección. A las
dos semanas Jorge le dijo que había tenido alguna relación no protegida,
y accedió a hacerse la analítica que le propuso Rafa. En la siguiente
visita Rafa y Silvia, su médica, le explicaban que tenía anticuerpos de
VIH, le resolvían las dudas que le asaltaron, le dieron referencias de
asociaciones donde consultar y concertaron una cita en esa misma semana
en hospital para acompañarle en el estudio de la infección y en el
tratamiento. De esto hace ya un año, y Jorge sigue su vida con el
tratamiento pautado y sin ninguna consecuencia del VIH en su salud.
El caso de Jorge es el de una de las 1.000 nuevas infecciones por VIH
que se diagnostican cada año en Madrid, y es también del 50% de los
casos que se diagnostican en fase inicial de la infección; el otro 50%
se diagnostica en fase más tardía, lo que dificulta el tratamiento,
empeora el pronóstico, y mantiene la transmisión de enfermedad. Una
torcedura de tobillo sumada al trabajo de un enfermero que puede dedicar
su tiempo en consulta a la prevención y promoción de la salud le ha
salvado de consecuencias muy graves asociadas al retraso en el
diagnóstico de una enfermedad muy seria. Y si, también ha dejado de
fumar y ha recuperado su peso tras engordar al principio de dejarlo, lo
que ha disminuido del 3% al 2% su riesgo de tener un infarto de corazón
en los próximos 10 años.
“¿Qué tal van las cosas por casa? o ¿hay algo más que quieras contarme?” Son dos preguntas que en Atención Primaria nos permiten entrar en las vidas de mujeres, ancianos, niños y niñas que son víctimas de violencia de género y maltrato
DETECCIÓN DEL MALTRATO
“¿Qué tal van las cosas por casa? o ¿hay algo más que quieras
contarme?” Son dos preguntas que en Atención Primaria nos permiten
entrar en las vidas de mujeres, ancianos, niños y niñas que son
víctimas de violencia de género y maltrato. Muchas veces las lanzamos
sabiendo que no vamos a tener respuesta en ese momento, pero también
que son una llave que deja nuestra puerta abierta al día en que
quieran responderla. Para lanzar esas preguntas necesitamos que la
consulta o la unidad administrativa sean un espacio seguro y
tranquilo, que tengamos la certeza de que cuando la persona decida
respondernos vamos a poder recoger y acoger lo que la respuesta nos
requiera. Y sobre todo, que vamos a estar allí para escuchar.
De media las mujeres tardan nueve años en verbalizar su situación,
mucho más los menores y los ancianos. En todos los documentos y guías
sobre maltrato infantil y anciano, así como sobre violencia de género
se señala a la Atención Primaria como el lugar ideal para la detección
precoz e intervención. En el centro de salud de Gloria, con la mitad
de los médicos de la plantilla, los enfermeros asumiendo funciones que
antes no tenían, los administrativos explicando la nueva organización
del centro sin poder dar respuesta a las quejas de los pacientes, y la
trabajadora social con una demora de 15 días y pacientes forzados en
la agenda a diario, es muy difícil que un profesional decida hacer
esas dos preguntas llave.
Atención Primaria no es un lugar donde recibir asistencia médica, es
una forma de trabajar que genera salud. Requiere adaptaciones a los
tiempos, pero sin perder su esencia: acompañamiento a lo largo de la
vida, cercanía (no solo en distancia), accesibilidad (no inmediatez en
las citas sino facilidad y equidad en el acceso para todos y todas),
coordinación con otros ámbitos (social, escolar, hospitalario) y
sentimiento de pertenencia (por parte de ciudadanos y profesionales).
Y sobre todo, requiere grandes dosis de su herramienta principal:
tiempo.
Publicado originalmente por
elsaltodiario.com
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