El estrés es un fenómeno que ha acompañado a la humanidad desde sus
orígenes de tal forma que personajes como el filósofo Hipócrates hacía
referencia a este cuando hablaba de adversidad, aflicción, experiencias
negativas y sufrimiento.
El estrés es un fenómeno más común en nuestra sociedad, porque estamos
constantemente enfrentándonos a nuevos retos en la vida profesional y
personal.
El estrés es la respuesta física, psicológica y de conducta de las
personas que intenta adaptarse y ajustarse a las presiones internas y
externas. Cuando las personas, el trabajo y la organización no coinciden,
se produce una presión laboral. La Organización Mundial de la Salud (OMS)
ha determinado que el estrés es un conjunto de respuestas fisiológicas que
preparan al organismo para la acción. La organización Internacional del
Trabajo (OIT) se refieres al estrés laboral en los siguientes términos;
esta enfermedad representa una amenaza para las economías de los países
industriales y en desarrollo. Al afectar la salud física y mental de los
trabajadores, afecta negativamente la productividad.
Los profesionales de enfermería están sometidos a mucha presión por el
entorno en el que desarrollan su trabajo, es considerada una ocupación muy
estresante y tiene una alta prevalencia de enfermedades mentales
relacionadas con el estrés, la insatisfacción laboral, el absentismo y los
frecuentes cambios de trabajo. La presión laboral es uno de los motivos
más importante en esta situación, ya que tiene las características de
manejo de situaciones de emergencia y ejecución eficiente, por lo que
muchos autores señalan que esta profesión requiere enormes
responsabilidades y por ende a presiones, conflictos y cambios constantes.
La enfermería es una ciencia y una profesión basada en el arte de cuidar.
Su pilar fundamental es el cuidado biopsicosocial y espiritual de las
personas, atendiendo sus necesidades básicas en los momentos más
vulnerables. La enfermería se basa en el cuidado y la prestación de
servicios de salud, con un compromiso y una responsabilidad en la
prestación de los cuidados propios de esta ciencia.
Las enfermeras se enfrentan a un nuevo desafío en el contexto de la
pandemia COVID-19, ya que esta tiene efectos sobre el miedo a infectarse e
infectar a otros y la dificultad de manejar las condiciones y relaciones
de los pacientes en esta situación estresante. El trabajo intensivo en
este contexto agota física y emocionalmente a la enfermería, pero seguimos
mostrando el espíritu de dedicación y sintiendo una gran responsabilidad
con los pacientes para superar la pandemia, con resiliencia y espíritu de
compromiso profesional para superar las dificultades.
LA ENFERMERÍA EN PANDEMIA
Hace ya casi 130 años la profesora Lystra Gretter, en el Harper Hospital en Detroit, Míchigan, escribió el “juramento Nightingale”, el cual está inspirado en el trabajo de Florence Nightingale en la asistencia a los heridos durante la guerra de Crimea, y es utilizado en la actualidad para reafirmar el compromiso de los futuros enfermeros con su profesión. El texto del juramento los compromete a dedicar sus habilidades al servicio del bienestar humano, haciendo todo lo posible por elevar el nivel de la enfermería. La actual crisis mundial impone a cada profesional repensar los fundamentos deontológicos que exige su profesión y reafirma lo propuesto por Gretter en dicho juramento: aun cuando las condiciones para brindar cuidado son adversas, las enfermeras han estado a la vanguardia de la respuesta al COVID-19.
La magnitud de las personas afectadas y la alta carga laboral exponen
particularmente a las enfermeras a riesgos relacionados con su labor en
los diferentes servicios. El cuidado de enfermería exige un estrecho
contacto con las personas enfermas, lo que conlleva riesgos biológicos y
la posibilidad de infectarse, pero también la alta carga emocional de
participar en ambientes de cuidado complejo y en situaciones críticas
para pacientes y familias. Recientes estudios elaborados en países con
altas tasas de contagio como China revelan que las enfermeras están
expuestas a estrés laboral, siendo el cuidado de niños, las horas de
trabajo por semana y la ansiedad los principales factores que aumentan
su nivel de estrés; no obstante, continuaron ofreciendo cuidado, lo que
demuestra un ethos particular, el compromiso de los profesionales y de
la propia profesión con la vida humana.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermeras representan casi el 50 % de la fuerza laboral de salud. De los 43,5 millones de trabajadores de la salud en el mundo, se estima que 27,9 millones son enfermeras, de las cuales el grueso –19,3 millones– son enfermeras profesionales, sin embargo, el 50 % de los estados miembros de la OMS informa tener menos de tres profesionales en enfermería por cada 1.000 habitantes. Esta ratio ha sido incluida como un indicador de desarrollo por parte del Banco Mundial, el cual reconoce a países como Islandia, Nueva Zelanda y a Brasil como aquellos con mejor ratio de enfermeras por población, señalando la necesidad urgente de mejorar esta relación en gran parte del planeta. La estrategia mundial sobre recursos humanos para la salud, Workforce 2030, ha iniciado un despliegue de estrategias para favorecer un aumento en el número de enfermeras, siendo prioritario mejorar el reconocimiento social de estos profesionales.
Frente a la pandemia actual, la salud mental de la población general
se ve comprometida, siendo especialmente exacerbada en los
profesionales sanitarios, al tratarse de personas que están en primera
línea de la defensa contra el virus. Estos profesionales sanitarios
pueden ver aumentada su carga de trabajo y su jornada laboral.
También pueden tener miedo de contagiar a sus familiares y amigos, al
igual que pueden sufrir aislamiento y discriminación social.
Por todos estos motivos, los profesionales sanitarios pueden
manifestar agotamiento físico y mental, miedo, trastornos emocionales,
problemas de sueño y pueden presentar altos niveles de ansiedad,
depresión, conductas insanas e incluso estrés postraumático, como
ocurrió en anteriores brotes.
Las enfermeras y enfermeros en esta crisis han estado, como siempre,
al lado de los pacientes. Cerca de aquellos que sufrían,
proporcionándoles intervenciones de control y seguimiento, y sobre
todo, cuidados de acompañamiento y apoyo emocional, aunque estos
fuesen percibidos como un cuidado invisible, imperceptible por parte
de las organizaciones, pero no así por parte de los pacientes y sus
familias, siendo testigo de ello las hemerotecas de nuestro país.
Debemos evitar que se dinamite aquello por lo que hemos trabajado
durante años y consolidar la especificidad enfermera y la visibilidad
de los cuidados profesionales individualizados de calidad que, además,
están directamente relacionados con la identidad de las enfermeras en
el medio comunitario. A esto habría que añadir la importancia del
establecimiento de una relación terapéutica de confianza que gire en
torno a los cuidados que requiere la persona en todas sus dimensiones.
En este momento, todo lo avanzado se destruye de un plumazo y se
devalúa el cuidado, sin tener en cuenta que la capacidad de respuesta
del sistema sanitario a las necesidades en salud y a las demandas de
la población, se ve paralelamente mermada.
Las crisis nos ayudan a reflexionar sobre lo que somos y lo que
queremos ser. Así pues, podríamos preguntarnos si, tal y como
escuchamos a diario, la enfermería es y debe ser un pilar del sistema,
que hay que reforzar, y si esto se va a traducir realmente en hechos
que reflejen el papel de enfermería, o si simplemente se piensa en la
enfermera como en un elemento técnico sin identidad propia, cuya
actividad se puede desmontar cuando interesa a pesar de lo aportado a
la población antes y durante la crisis.
Es preciso que las enfermeras tengan plena capacidad en la toma de
decisiones a todos los niveles del Sistema Sanitario, cuestión que no
queda clara en las actuales circunstancias, siendo imprescindible que
ante la ‘‘nueva normalidad’’ no se renuncie a ninguno de los
pilares básicos, que marcan la especificidad del trabajo comunitario
de las enfermeras y que debe ser el punto de partida para el camino a
recorrer a través de una estructura que mire con visión si queremos
construir una respuesta eficaz a las necesidades de la sociedad. Ese
es nuestro desafío y nuestra responsabilidad.
RETOS DE FUTURO PARA LA ENFERMERÍA
Dicen los expertos que la conciliación entendida como el equilibrio entre la vida personal y profesional de los individuos está considerada como uno de los grandes retos sociales actuales.
Existen 12 factores laborales de conciliación que afecta
a la vida familiar y personal
del trabajador.
Enfermería, como Profesional de la Salud, sufre 9 de estos factores,
lo que le dificulta enormemente lograr la
conciliación: trabajar a turnos, tipo
de turno rotativo/alternativo, con
cambios en los horarios de trabajo, con un tiempo de
antelación escaso con que se informa de estos cambios (el mismo día,
el día de antes o unos días antes), trabajar los domingos, trabajar
los sábados, trabajar por la noche, falta de regularidad en el
horario de trabajo (diferente número de horas todos los días, número
de días todas las semanas y número de horas todas las semanas) y
tener difícil o muy difícil disponer de una o dos horas libres
dentro de la jornada laboral para atender asuntos
familiares o personales.
Para dar una respuesta adecuada a los retos que supone esta
emergencia sanitaria es imprescindible formar a los profesionales
para que adquirieran los conocimientos y habilidades necesarias que
les ayudaran en la planificación, ejecución y toma de decisiones
sobre el diagnóstico, tratamiento y cuidados que requerían los
pacientes infectados por SARS-CoV-2.
Las circunstancias de pandemia por la COVID-19 requieren una
adaptación de los procesos de formación tradicionales de los centros
sanitarios considerando las limitaciones de distancia entre las
personas y la demanda de formación eficiente y de corta duración. En
este contexto, la estrategia de formación empleada se fundamenta en
la utilización de dos metodologías de enseñanza-aprendizaje
digitales: mobile learning (m-learning) y microlearning.
Uno de los grandes problemas de los que viene hablándose hace
tiempo, y que la crisis COVID-19 ha puesto en primer plano, es el
referido a la ya alarmante falta de personal de enfermería. En
diciembre de 2020, el Congreso de los Diputados aprobó la
tramitación de la “Proposición de Ley sobre ratios de enfermeras
para garantizar la seguridad del paciente en centros sanitarios y
otros ámbitos”, con objeto de paliar el déficit estructural de
enfermeras que padece nuestro país. A ese déficit se unen el
envejecimiento de las plantillas y unas necesidades cambiantes por
parte del sistema sanitario provocadas por el desarrollo de la
formación especializada y por la creciente demanda de cuidados,
entre otros factores. Hacer frente a ese incremento en la demanda de
profesionales supone todo un reto tanto para las intuiciones
académicas como sanitarias.
El abordaje y solución de este desafío solo resultará satisfactorio
si se lleva a cabo de acuerdo a un enfoque integral que recoja las
tres áreas señaladas en el título del informe de la OMS: la
educación, el empleo y el liderazgo.
En el ámbito de la educación y el empleo, el futuro pasa por adecuar
la formación tanto en términos cuantitativos como cualitativos a las
nuevas demandas del sistema sanitario, garantizando que los
programas de formación teórica y práctica doten de las competencias
necesarias para que las enfermeras proporcionen cuidados integrados
de alta calidad. En este sentido, es preciso en primer lugar adaptar
los planes de estudio de grado a las necesidades de salud de una
población que está cambiando conforme lo hacen las variables
demográficas y epidemiológicas, y de acuerdo a un contexto donde la
implementación clínica de los avances tecnológicos se producirá a un
ritmo acelerado.
Fomentar el liderazgo es una tarea pendiente. Tanto el liderazgo en
la enfermería como el liderazgo de la enfermería. Pero el liderazgo
solo se desarrolla en ejercicio. Así, las enfermeras deberían estar
representadas en todos los niveles organizativos de las
instituciones donde se adoptan decisiones sobre salud. Su aportación
desde la perspectiva del cuidado, siempre de acuerdo a un enfoque
total de la salud, resulta crucial para evitar que las decisiones en
temas de salud sean parciales o reduccionistas. La salud no es un
asunto médico, sino interdisciplinar.
EN DEFINITIVA
Es esencial no olvidar esos aspectos éticos que rigen a nuestro
gremio al otorgar los cuidados y acompañamiento a nuestros
pacientes, el humanismo y el conocimiento deben ser el soporte del
proceder diario. Igualmente, es importante no olvidar al cuidador
primario, quien es una parte fundamental en este engranaje y funge
como un gran apoyo del equipo de salud si se le sabe encausar y
hacer partícipe del cuidado.
La competencia profesional y la fortaleza no es incompatible con
sentir: confusión, inquietud, sensación de descontrol, miedo,
culpa, impotencia, tristeza, irritabilidad, insensibilidad,
labilidad. Son precisamente las emociones, las que nos hacen
humanos. Compartir las emociones con alguien que nos transmita
seguridad y confianza, ayuda a hacerlas más tolerables y poder
regularlas.
Es bueno mencionar que más que nunca la familia en un factor
protector contra los retos presentes en la vida del profesional de
enfermería en tiempos de pandemia.
Si se fomentase el equilibrio entre las exigencias del puesto de
trabajo y la vida personal y familiar mediante el desarrollo de
políticas, estrategias y medidas específicas que posibiliten la
conciliación enfermera, aumentaría la fuerza laboral de los
profesionales y también la oferta de cuidados. La crisis de
cuidados no empeoraría y estaríamos en camino de lograr el Derecho
Universal al Cuidado.
Enfermero de Atención Primaria, Máster en Atención Prehospitalaria y
Hospitalaria Urgente
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