En los últimos 40 años, la humanidad se ha visto afectada por tres pandemias
de envergadura que se han cobrado muchas muertes: el aumento de la incidencia
y las tasas de prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles, la
pandemia de la enfermedad por el virus de inmunodeficiencia humana (sida) y en
la actualidad la pandemia por la COVID-19.
El 31 de diciembre de 2019 las autoridades de la República Popular China,
comunicaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS), varios casos de
neumonía de etiología desconocida en Wuhan, una ciudad situada en la
provincia china de Hubei. Una semana más tarde confirmaron que se trataba de
un nuevo coronavirus que ha sido denominado SARS-CoV-2 (Severe Acute
Respiratory Syndrome coronavirus 2). Este virus mostró como principal factor
diferenciador del MERS (Middle East Respiratory Syndrome coronavirus) su
elevado nivel de infección y contagio, aunque con menor mortalidad. El 11 de
marzo de 2020, la OMS declaró la enfermedad por COVID-19 (acrónimo del
inglés coronavirus disease 2019) como una pandemia que está ocasionando un
impacto extraordinario de morbimortalidad en la población mundial, generando
una tensión sin precedentes en los diferentes servicios de atención a la
salud como no se ha conocido en décadas. Su elevado nivel de contagio ha
sobrecargado todo el sistema sanitario ocasionando modificaciones en su
organización de una forma rápida e integral.
Es posible que el mundo haya cambiado en estos últimos meses, o al menos la
forma en la que lo entendíamos hasta ahora. La pandemia mundial provocada
por la infección del SARS-CoV-2 nos ha interpelado a todo el mundo, a todas
las personas, ciudadanos, pueblos y comunidades. Bien sea a nivel individual
o colectivo, como caso o contacto, en cuarentena o en confinamiento. Todos
hemos padecido de uno u otro modo las consecuencias de la pandemia, y nos ha
afectado de forma más directa o indirecta.
La pandemia por COVID-19 ha generado un estancamiento mundial en la atención
y resolución de todas las patologías graves y crónicas, debido al colapso de
los sistemas de salud, a la dificultad de consulta, dada por la disminución
de movilidad de las personas, por las cuarentenas establecidas y también por
el temor de los pacientes al contagio en los centros de salud.
Las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) constituyen en la
actualidad uno de los mayores retos que enfrentan los Sistemas de Salud a
nivel mundial.
Según las estadísticas de la OMS,
más de 40 millones de personas mueren anualmente por ECNT y son las
principales causas de fallecimiento,
las enfermedades cardiovasculares (17,7 millones cada año), seguidas
del cáncer (8,8 millones), las enfermedades respiratorias (3,9
millones) y la diabetes (1,6 millones). Estos cuatro grupos de
padecimientos son responsables de más del 80 % de todas las muertes
prematuras por ECNT.
Los servicios de prevención y tratamiento de las enfermedades no
transmisibles se han visto gravemente afectados desde el comienzo de la
pandemia de la COVID-19. Según una encuesta de la OMS publicada el 1 de
junio de 2020 que fue completada por 155 países durante un período de tres
semanas en mayo, confirmó que el impacto en muchas personas que necesitan
tratamiento contra enfermedades como el cáncer, enfermedades
cardiovasculares y diabetes no han recibido los servicios sanitarios y los
medicamentos que necesitan desde que comenzó la pandemia de COVID-19
mundial.
En la mayoría (94%) de los países que respondieron a la encuesta, el
personal de los ministerios de salud que trabajaba en la esfera de las
enfermedades no transmisibles fue parcial o totalmente reasignado para
apoyar la respuesta a la COVID-19.
El aplazamiento de los programas públicos de detección (por ejemplo, de los
cánceres de mama y de cuello uterino) también ha sido generalizado, según
indicaron más del 50% de los países.
Con todo, las razones más comunes para interrumpir o reducir los servicios
fueron la cancelación de los tratamientos planificados, la disminución del
transporte público disponible y la falta de personal debido a que los
trabajadores sanitarios habían sido reasignados para apoyar los servicios de
respuesta a la COVID-19.
DATOS SOBRE LA AFECTACIÓN DE LA PANDEMIA
Los pacientes con patologías al margen del coronavirus sufren una "pandemia
paralela" como consecuencia de las dificultades de acceder a sus
tratamientos, a los diagnósticos y al aplazamiento de cirugías provocadas
por la saturación del sistema sanitario, que desemboca en un aumento de la
mortalidad.
Con el objetivo de evaluar el impacto global de la COVID-19 en la atención
de rutina para enfermedades crónicas, se publicó una encuesta en línea
realizada del 31 de marzo al 23 de abril de 2020 dirigida a los
profesionales de la salud. Respondieron 202 personas de 47 países. La
mayoría informó de cambios en la atención presencial en las consultas, a
la comunicación virtual. La diabetes, la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica y la hipertensión fueron las patologías más afectadas debido a la
reducción del acceso a la atención.
Es importante que la atención presencial continúe a pesar de la pandemia,
para evitar un aumento en la morbilidad y mortalidad no relacionadas con
la COVID-19.
Respondieron 202 profesionales sanitarios de 47 países: 47% de Europa, 20%
Asia, 12% Sudamérica, 10% África, 9% Norteamérica, 2% Oceanía. En los que
75 (37%) eran médicos de atención primaria, 40 (20%) médicos de hospital,
46 (23%) enfermeras y 41 (20%) otros profesionales de la salud. Sólo el
14% informó que la atención presencial continua realizándose en las
consultas, mientras que la mayoría informó de un cambio a una proporción
(35%) o la totalidad en que ahora se realiza por teléfono (45%). Los
profesionales sanitarios que seleccionaron a otros (6%) destacaron el uso
de la telemedicina donde se estaban utilizando consultas por video en
línea a través de Zoom, Skype, WhatsApp, Facebook Messenger.
La diabetes (38%) fue la afección que, según se informó, se vio más
afectada por la reducción de los recursos sanitarios debido a la COVID-19,
seguida de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC, 9%), la
hipertensión (8%) y la enfermedad cardíaca (7%), asma (7%), cáncer (6%) y
depresión (6%). Además, las dos enfermedades crónicas concurrentes más
comunes para las que la atención se vio afectada por la COVID-19 fueron
diabetes e hipertensión (30%), diabetes y EPOC (13%), insuficiencia
cardíaca y EPOC (8%).
Es importante que la atención presencial continúe a pesar de la
pandemia, para evitar un aumento en la morbilidad y mortalidad no
relacionadas con la COVID-19.
Si bien se informó que el manejo general de la atención de enfermedades
crónicas para los pacientes fue regular (48%) o bueno (26%), la mayoría
de los profesionales sanitarios (67%) calificaron efectos moderados o
severos en sus pacientes debido a los cambios en los servicios de salud
desde el brote. Además, el 80% informó que la salud mental de sus
pacientes empeoró durante la COVID-19.
Si nos centramos en la enfermedad cardiovascular encontramos que la
Sociedad Española de Cardiología (SEC) realizó una encuesta
telemática en 73 centros que comprenden prácticamente la totalidad de
centros que participan dentro de las redes específicas de atención al
infarto, y los resultados de este estudio reflejan una disminución muy
importante de la actividad asistencial y del número de procedimientos de
cardiología intervencionista realizados como consecuencia de la pandemia
de la COVID-19;
especialmente preocupante es el dato de una reducción del 40% en los
casos de intervencionismo en el seno del Infarto Agudo de Miocardio
(IAM).
En Hong Kong se observó algo similar, y los tiempos en la atención al
infarto empeoraron de forma muy significativa, con un tiempo desde el
inicio de los síntomas hasta el primer contacto de 318 minutos de media,
mientras que en los casos atendidos antes de la pandemia este tiempo era
de 82 minutos.
En España, los datos del estudio de la SEC confirman que, además de este
mayor retraso, hay un número muy importante de pacientes con IAM que no
llegan a demandar atención sanitaria. La razón es muy probablemente el
temor de los pacientes a contagiarse por la COVID-19 en los hospitales.
Este hecho es especialmente preocupante, dado que muchos de los
pacientes con IAM, presentan muerte súbita por fibrilación ventricular
de forma precoz y no llegan a tener acceso al tratamiento.
Los datos generales, a nivel de todo el país, muestran una disminución
muy significativa en el número de procedimientos diagnósticos (-56%),
terapéuticos coronarios (-48%), terapéuticos estructurales (-81%) y de
casos tratados en el seno del Infarto Agudo de Miocardio con Elevación
del ST (IAMCEST) (-40%).
Este estudio pone de manifiesto una reducción muy importante de la
actividad asistencial en cardiología intervencionista durante la
pandemia de la COVID-19. Así mismo, se ha detectado una gran disminución
en el número de pacientes tratados en el seno del infarto, con el riesgo
de incremento de morbimortalidad que esto representa.
En el caso del cáncer, la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO,
en inglés) apuntan a que el 36,5% de los tratamientos oncológicos se ha
interrumpido en el continente, el 60,9% de los centros de oncología médica
redujo su actividad en el pico de la pandemia, lo que se tradujo en la
cancelación o retraso de las cirugías (el 44% de los centros), la
quimioterapia (25%) y la radioterapia (17%).
En nuestro país, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) calcula que,
como consecuencia de la crisis sanitaria, hay entre un 15% y 20% menos de
nuevos diagnósticos, lo que repercute en un peor pronóstico de la enfermedad.
Como era de esperar, la COVID-19 también ha afectado al número de trasplantes
que se han hecho en España durante el año 2020, rompiendo una racha histórica
de cifras récords, y retrotrayendo al país a números de 2014.
En el año de la pandemia se han llevado a cabo un total de 4.425
trasplantes, mil menos que en 2019, cuando se alcanzó una cifra récord: 5.449 trasplantes.
Mientras que en 2019 España alcanzaba una tasa de donación de 49 donantes por
millón de habitantes, en 2020 esa cifra se reduce hasta los 37,4 donantes por
millón de habitantes.
Otro ejemplo sería el de la actividad trasplantadora en Cataluña, se ha pasado
de 3 trasplantes al día a hacer sólo 7 al mes desde que se inició la crisis
sanitaria por el riesgo elevado de transmisión del virus.
Y A PARTIR DE AHORA
Se dice, que en 1942, se le preguntó a Albert Einstein, en ese momento
profesor en la Universidad de Oxford, por qué había dado a sus alumnos de
último año de física el mismo examen que el año anterior. Su respuesta cobra
hoy plena vigencia:
“las preguntas son exactamente las mismas, las respuestas han cambiado”.
La atención telefónica, la telemedicina y la videoconferencia, sustitutiva de
la atención presencial, que ha sido necesario implementar, puede suponer una
serie de cambios de efectos inciertos para la prevención y la promoción de la
salud.
Las AMENAZAS para la prevención de esta nueva situación incluyen la posible
pérdida de oportunidad para la implementación de las actividades preventivas,
la barrera de accesibilidad a ciertos colectivos sociales y culturales, y las
limitaciones inherentes al propio medio de comunicación no presencial. Para
que la intervención preventiva sea eficaz, es importante la empatía, la
calidad de la relación profesional paciente y la calidez de la comunicación
clínica, y todo esto puede verse dificultado con la atención a través de
herramientas electrónicas. La consulta telefónica orientada a la resolución de
problemas clínicos puede perjudicar las actuaciones clínicas de prevención
sobre estilos de vida saludables y aumentar la fragmentación de la asistencia
que prestamos.
También se abren OPORTUNIDADES para la prevención que nos permiten orientar
los servicios sanitarios hacia los principales problemas de salud de la
comunidad y prestar los servicios de promoción, prevención, tratamiento y
rehabilitación necesarios para resolver esos problemas:
-
Dejar de hacer consultas administrativas que no aportan valores
certificados, informes inútiles, renovación de medicación y otros.
-
Se abre una posibilidad muy importante para el fomento del autocuidado y el
automanejo de la enfermedad y de la salud.
-
La aceptación mayoritaria de los recursos telemáticos genera la oportunidad
de establecer comunicación proactiva entre los profesionales y los pacientes
para incidir en las medidas de promoción y prevención con la población
atendida.
-
El desarrollo tecnológico y el avance en los registros de las historias
clínicas permitirán la monitorización de los estilos de vida y de los
parámetros de salud de las personas, tanto en sus domicilios como en su
entorno social, favoreciendo intervenciones selectivas y muy dirigidas a
prevenir enfermedades.
-
La situación de esta pandemia, de naturaleza comunitaria, ha favorecido un
claro compromiso de los ciudadanos con la corresponsabilidad y la
importancia del empoderamiento en el control de la enfermedad, junto con la
percepción de que el sistema sanitario por sí solo es insuficiente para
evitar las enfermedades.
Pasará algún tiempo antes de que conozcamos el alcance total de las
repercusiones de las interrupciones de la atención sanitaria durante la
pandemia de la COVID-19 en las personas con enfermedades no transmisibles,
dijo la Dra. Bente Mikkelsen, Directora del Departamento de Enfermedades No
Transmisibles (ENT) de la OMS.
«Lo que sabemos ahora, sin embargo, es que no solo las personas con ENT son
más propensas a enfermar gravemente por el virus, sino que muchas no pueden
acceder al tratamiento que necesitan para tratar sus enfermedades. Es muy
importante no solo que la atención a las personas con ENT se incluya en los
planes nacionales de respuesta y preparación frente a la COVID-19, sino que
se encuentren formas innovadoras de aplicar esos planes. Debemos estar
preparados para «reconstruir mejor», lo que conlleva reforzar los servicios de salud con el fin de que estén
mejor equipados para prevenir, diagnosticar y atender las ENT en el futuro, en
cualquier circunstancia.
Francesc Grauet
Enfermero de Atención Primaria, Máster en Atención Prehospitalaria y
Hospitalaria Urgente
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